jueves, 24 de febrero de 2011

El cementerio atlántico

¿En qué amanecer de flores el candil?
De la piedra a la piedra un soliloquio de mar.
Y una letra o un verbo entre el pétalo y el naufragio.
En el hogar de los cuerpos sin boca aún tiembla
el aluminio. No existe el ojal, ni asciende
el color más allá del azul. Yo no pido
ángeles ni ventanas que añoren la ola,
cualquier ropaje que desnude el abismo.
Yo leo las cicatrices del corazón y la duda
y el horror de un pequeño insecto que transita
como una gota o su frío. Nada excede a la raíz
inmóvil, bellos surcos, almanaques de lluvia,
el cenotafio de las flores igual que un canto
de rocío.¡cómo enhebra el gladiolo su costumbre,
cómo el orgulloso crisantemo no palpita! ¡y la
margarita alelada, o la rosa de carne nutrida,
el clavel de labios curvos, tan sólido, tan marfil,
tan olimpo! De un paso a otro el equinoccio
de las fechas, la costumbre dolida en círculo,
el retal y la tiniebla de un pensamiento rojo.
No mires la furia del mármol, su rubicunda sed
de lascivia y mar. Nadie hereda aquí su espejismo,
ni lo nombra, ni advierte en qué dédalo su noche.

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