miércoles, 26 de septiembre de 2012

Un poema de Ana Rossetti

DIOTIMA, A SU MUY APLICADO DISCÍPULO

"El placer es el mejor de los cumplidos."
Coco Chanel

El más encantador instante de la tarde
tras el anaranjado visillo primorosa.
Y en la mesita el té
y un ramillete, desmayadas rosas,
y en la otomana de rayada seda,
extendida la falda, asomando mi pie
provocativo, aguardo a que tú avecines
a mi cuello, descendiendo la mirada
por el oscuro embudo de mi escote,
ahuecado a propósito. Sonrójome
y tus dedos inician meditadas cautelas
por mi falda; demoran en los profundos túneles
del plisado y recorren las rizadas estrellas
del guipur. Apresúrate, ven, recibe estos pétalos
de rosas, pétalos como muslos
de impolutas vestales, velados. Que mi boca
rebose en sus sedosos trozos, tersos y densos
cual labios asomados a mis dientes
exigiendo el mordisco. Amordázate,
el jadeo de tu alto puñal, y sea tu beso
heraldo de las flores. Apresúrate,
desanuda las cintas, comprueba la pendiente
durísima del prieto seno, míralo, tócalo
y en sus tiesos pináculos derrama tu saliva
mientras siento, en mis piernas, tu amenaza.

sábado, 22 de septiembre de 2012

A veces me puede el desaliento

Queda atrás la gran mentira del pánico. Otra época
de mayordomos sin alma y habitaciones oscuras.
Otros símbolos de agua donde la palabra ya no es
un don ni un arpegio. Mudan los días su corona intacta,
el frio llega con columnas azules y un mar gris cubre
las paredes abiertas al tiempo. Diecisiete años
en un clamor de fingidas imágenes, espacios donde
llueven los trenes y las películas se fijan en las pupilas
rotas. Hablar con la voz de la espera, sentir en la página
de un libro el temblor de la ilusión, volver a las noches
de jauría como vuelve el niño a su corazón negro.
¡Y tú que sólo eres la fugacidad del aire, aquella mano
que se agita como un pañuelo en la levedad del día!
Antes de haber estado ya te habías ido, con tus botas de plomo
y el rubio mensaje en tus incendios. Aquí no hay amanecer,
aquí vive la sombra en la piedra como en un altar blanco
y muere el orgullo de la espiga entre el gemido de los labios
o la duda intransitiva de los cabellos. No sé el nombre
de mis banderas y cuando miro al futuro un espeso verdor
me cubre de angustia. La juventud es un largo camino
hacia la semilla invisible, hacia la luz de las tinieblas.
¿Quién espera en la trémula canción de la despedida? Allí
estará la locura inmaterial o las espaldas que se comban
como arcos ciegos. Y el dolor, siempre el dolor mascullando
su eco, vestido con las formas ambiguas de una faz extraña,
unas veces fulgor, otras lánguida ascua del frenesí.




jueves, 13 de septiembre de 2012

Tú, yo y un café

Busqué un piso naranja donde habitar mis sueños.

Afuera llovía sobre tejados permanentemente ocres,
adentro las horas caían de su extraño pedestal
como invisibles briznas de arena.

Salir al eco de automóviles sin nombre,
escuchar la palabra ayer en la boca de un amigo,
conversar con el silencio en los labios para que nadie
nos juzgue.

Desde mi ventana dibujo tus jeans de cálidos ejes,
sales a la quimera con los cabellos enredados
en un melancólico abril, como si ya hubieras vivido
en la memoria de un pájaro sin voz.

Es fácil seguirte a los trenes vacíos, leyendo
sobre muerte y esperanza o con la mirada perdida
en el frío.

A mí me sobran las dudas de la infancia
para comprender cuando late tu sexo,
en qué descuidado precipicio juega la carne su partida.

Has mordido en el café desnudo porque tu palabra
me llega con aroma de cáliz negro, de prisión azul.





martes, 11 de septiembre de 2012

La memoria de cada cuál guarda imágenes, palabras, momentos que nos han marcado. Y también canciones. Una de las mias es esta...