domingo, 28 de octubre de 2012

El último día juntos

En mi esternón late un nido blanco. El fulgor
de un semáforo deja su muesca de ámbar diminuto.
Ese laberinto es un hueco negro, la llave amarga
del delirio. Pero la juventud puede con tu sombra
y elige un cementerio de piedra como paraíso o duda.
Quedan las aulas del invierno con la canción herida,
mientras la palabra arroja su tempestad en cafés
oscuros, en hojalata ciega, en dudosos calendarios
sin luz. Pesan las homilías de sal, el suvenir
ambiguo que nos divierte, la estratagema
del rechazo, los alambres de la finitud.
El ombligo triste de la denuncia.


miércoles, 24 de octubre de 2012

A mí mismo

¿Dónde quedó la campana que ya no suena?
El albañil elige su rombo y es argonauta
de mil paraísos. Tú enciendes tu hambre
con el sol perdido en el ayer ¿Por qué
caminas de nuevo entre el lupanar
y el olvido?


martes, 16 de octubre de 2012

Aún tengo sed de ti

El viaje es ambiguo como un sol de provincias.
Una calle sin nombre, los laberintos de la piedra
y esa boca que nos recuerda el calor del tiempo.
Subo las escaleras que me impulsan, quebradas,
múltiples con su perdón de branquias. Mi luz
se embriaga de iconos y mira el resplandor
de las ventanas, el azul inconmovible de los días.
Tiembla en mi cuerpo tu ovario impreciso. De
náyade o sombra, de candil o refugio. Mi sed
que supura su frío de águilas.

lunes, 8 de octubre de 2012

La salvación

Un día claro como la claridad de un sueño.

En el baile de las estaciones la juventud busca
el efímero paso del color, la lluvia innecesaria
o la conversación sin verbos de una ausencia.

El misterio es gris, las puertas de los bares persisten
completamente abiertas, tras los visillos las hembras
no ansían un latido.

Hay en mi, alfiles de ardor, pensamientos que viajan
en las letras sencillas de un relato, fines de semana
de piel injusta que se vacían en los torrentes del aire.

¿Y tú, que ya no exhibes los ojos de la mentira,
que te has vuelto corazón o atmósfera o quietud?

Pero el silencio vaticina juegos innombrables
cuya memoria es ágil, indolora, perfecta.

En el futuro las playas no existirán y un infantil
camino de rododendros dará sombra al pudor
que abandona tus mejillas.

Hoy duermo la duda y amamanto la conciencia
del inconsciente con agujas que clavo en mis collares
negros.

Vendrá el soliloquio del dolor, su forma sin mensaje,
sus aludes en un film desconocido, su máscara que desnuda
a la palabra hostil.

Y después la sinfonía de los coros como un ayer de espinas.

Sin nombre el tiempo de la culpa, sin verdad la sinrazón
de una carne hollada.

Si miras de frente a los ojos del sátiro, si tocas su infinitud
-que es un metal oscuro, habitado por ese monstruo llamado
desprecio-con manos de ángel, si caminas calle abajo como
si el abismo fuera hielo o fuera la longitud del frio un sucio
alambre o la incomprensión una simple huella que robara
al temor su lapidaria sentencia.

Si en fin, ya no tuvieras detrás el ladrido
de esa innumerable prole a la que designamos miseria,
tal vez, solo tal vez, la salvación desclavaría su amargo
eje, sus pómulos de platino y una brisa de mar, un aroma
de flor nueva, un rayo de sol primero, un labio de mujer,
se posarían en tu piel como una bienvenida.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Es mi culpa

A veces te imagino una rosa entre rosales,
el fruto de algún episodio bíblico. Otras veces
recito tu nombre en las madrugadas de invierno
para sentir tu paso de fiera o tu ardor. Bien sé
como el dolor crea su nube, como las antenas
del formulismo tejen su jardín en tu derrota
de pájaro. Te vi en hospitales, en pasillos oscuros,
en la memoria de un sofá que no podía con tu cuerpo
frío. La llamada de un teléfono crepita en los suburbios
de mi automóvil, mientras los epicentros te buscan
en la inmediatez del ocaso. Perdona por no haber
sido fiel a tu voz, a tus ojos de melancolía, a tus cristales
negros. Huele a mar este silencio de esferas que ya no giran.