jueves, 15 de noviembre de 2012

El Palacio Real


Te abrazarán los olivos con su geometría intacta.
Un camino y otro, la paz que devuelve al pájaro
su pronombre. Mira su osamenta, es blanca y roja
como un devenir infinito. Adentro se confunden
las líneas del mármol con el mosaico y la ternura
de la desgastada historia. Hay salas como cromos
de un alfabeto, cortinajes sin ídolo, estratagemas
en las paredes con fantasmas de nieve o rostros
sin espejo. Te veo insólita, entre orgullosas cámaras
y sedas y caobas o silencio. Mueren los acentos
en el rumor de las pinturas y sueña el eclipse de los
siglos una luz de pantera entre telares y mercurio.
¿Se desnuda aquí el color, entre bruñidas flores o acaso
una mirada escoge el ventanal de las ultimas fuentes,
el venero exacto de la alegría?. Un tránsito de caballos
o un eco de navíos sin mar. Aquí el príncipe llora su
narciso y en el azul de los campanarios una risa de agosto
brilla como una falúa inmóvil. Volverá la lluvia de los
pasos a ser frenesí de los días mientras el relámpago
inunda las salas de calor y orgullo. ¿Puede quizá
el mito encender la luz de los potros como un amanecer
de memoria y liendres?. Ah! solar de mis ojos que aman
la diamantina sed de la corona y sus arpegios. Llegará
tu cicatriz sin caléndulas hasta el párpado de abril,
latido infinito del azar que galopa y galopa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario