miércoles, 30 de enero de 2013

Esta casa

No habrá quien cuente las habitaciones,
el espejismo de un desnudo, la raíz del ser.

Esta casa ha parido vientos de amargura,
sus paredes han vestido la luz del papel,
sus ágiles zócalos revientan como golpeados
por el azul de un sueño.

Hay una voz que regresa a la voz, y hay música
que va poblando la arquitectura del devenir.

Tres niñas, tres mujeres con un mensaje unívoco.

Mi sol de espejos, mi desnuda ausencia
en el salón hospitalario.

Las navidades sin carmín, el ojo exhausto
de la ceniza.

Podría nombrar el silencio de las grecas,
el timbre que nunca suena en mi nube.

Los años me devuelven a la habitación gris.

Es mi futuro el mástil de este barco que se llama edad.
Miro sus caderas(esmeriladas, torpes, afligidas
como un rosal marchito).

y siento la vida que fluye a pesar de mi.

Inmortal.








lunes, 28 de enero de 2013

Otro lugar

Largo es el tren de la amargura. Un haz reproduce
la gimnasia que la isla toma por carmesí. Está
el hombre de las pistolas, el rubio que dulcifica
su piernas con el amago de la nicotina o el señor
del tiempo frio con el sudor de los mapas.
Y dentro el raíl de las águilas o el hemisferio de
los amaneceres cuando me falta la estrella o el color
o la sombra de un abril que no quiero. ¿Quién ha
vencido hoy a ese camino que raya en las orillas?
¿Quién busca el insomnio en la exactitud del párpado?
Me oigo en el talud, en el garaje, en el ambigú
de los rostros. Cinco meses, cien meses sin dulzor,
pero existe el columpio y la anémona, el laberinto
y su redil, las mañanas que se pegan al rocío como
palomas viajeras y la horas vacías del paseo entre
la garganta y la luz o el misterio y el golpe que un
músculo proscribe. No hay aquí verdades, cada símbolo
ha dejado de ser un don, la palabra se refugia en el óxido
como el crisantemo del sol en su cicatriz.

miércoles, 23 de enero de 2013

Sólo duró una noche

¿Era un juego la palabra en el oasis nocturno?

No existía la música. Sólo el jardín que repentino
ardía.

Una llamada de teléfono, las hojas de palma como una mentira,
el verbo azul de la ginebra, la cerveza caliente de la desventura.

Y es que este mundo era un nuevo mundo, y nadie, nada, acontecía
como la llave del reloj o el porqué de un jueves negro.

Tu luz aíslo la transparencia del sol, el ocre omnipresente de los páramos
o quizá esa memoria que ayer fue luna cuando el tren no conoció abrigo.

Latidos que van al mismo sitio, hembras que inmortalizan las playas,
la hora justa del volcán, la piel siempre viva de los grados felices.

Habrá un juego de habitaciones, galerías donde la juventud clama
por un nombre, el piélago de las calles que lleva en sus garras
un acento dulce de margarita o de anémona.

Mi destino crece en ramas de hogar y hemisferio. Latitudes
que convergen en el adiós, pasos que aman esa duda que nos escoge
como la flor a la nieve.

Tú y yo sabemos la verdad de los dálmatas, una raíz que en la noche
se mantiene altiva como la luz infinita de los incendios.











viernes, 18 de enero de 2013

La tristeza del payaso

Cualquier mano no es esa mano que hiere.

Madrugada de adioses en el autobús vacío,
música que se escarcha en los cristales
como un lamento.

Golpean los faros en la memoria igual
que resplandores idos.

Atrás la cicatriz de una atmósfera sin hojas,
los exámenes del suburbio en palacios de nieve,
el corazón caído en la dislexia de la amistad.

Todo lo que ha sido mío descubre su intacto
seno de melancolía.

Como el ayer, como el jardín que sobrevive a su luz
de amapola y delirio. Como la saeta de tu nombre
que invencible acecha la infantil calumnia del rio.

Roja fue la imagen de la verdad, el territorio que antecede
a la grieta(subimos con el calor de la heridas y en los balcones
los tejados aparecían amarillos y breves, desnudos como si ya
no fueran ejército ni procesión ni declinar de amebas), el camino
que robó el mercurio a la noche.

¿Y quién entendió por fin el soliloquio, quién me enseñó
la materia fosforescente de la ciudad inmortal, quién
extendió su racimo de preguntas en la sonora carcajada
del mastín?

Aprendí a dibujar un sol sobre las vías del metro, un planeta
sin ventanas, un hermoso equinoccio de volcanes y ausencias,
un paraíso que solo existe en las dunas del horror que van y vienen
como un gemido.

Podrías decirme que ya no crees en el mapa indescifrable
o que los pájaros no consultan tu ardid.

A menudo mis ojos son la sombra de una incógnita que nadie
podrá resolver. El hoy y el mañana de un aliento azul.


martes, 15 de enero de 2013

Es posible que no exista otra cosa que el recuerdo

Son los ciempiés la alegoría de un viaje inacabado.
Te sientas en las cavernas del deseo como un hada
de largos dedos o una cicatriz que vigila el final de
un libro imposible. Tu nombre me duele, porque
hay un sinfín de escaleras que llevan al azar
y en su diámetro mis insomnios no hallan cobijo
ni azul. Encontrarás laberintos y pilares, la memoria
de la piedra, la luna que traza un eco en tu frío, mis ojos
como púlpitos que describen tu ausencia en la hora
en que ya no estás. ¿Fue quizá el solsticio de las calles
un incendio, el destino abstracto de los pubs diminutos,
la palabra viajera, insulsa o inexacta? No busco una razón
en mi país oscuro. Yo sé que el agua se amansa o cae hacia
la rubia herida del adiós. Es posible que no exista otra
cosa que el recuerdo que sucede, aún sucede. Me basta
esta noche de infinitas estrellas, lejanas, rojas como
un párpado de luz para sobrevivir, sobrevivir y sobrevivir.


miércoles, 9 de enero de 2013

Te vas

Aún llueve en mi ataúd. La memoria de los pasos
es diminuta, igual que el abrigo que enciende mi cuerpo
o las horas que la tarde muerde con su lluvia transparente
o su equinoccio de almíbar. Tu rastro es inmortal, el corazón
de tus alas huele a mimbre, a verdad o a deseo. En las ventanas
no existen parasoles, allí la virtud juega a la blancura de los
pensamientos, al ojo abstracto que cumple su designio.
Las caricias de este hotel tiñen de amarillo las raíces secas que
no nombro, la palabra que buscó el hueco en las máculas
del plenilunio. Y sin embargo cada vez que me agrieto surge
tu alba, en promontorio, en laberinto azul. Hay códigos que son
como amapolas de un vientre eterno o pequeñas huellas
de un manantial apenas herido como si el sol de la pantomima
rastreara un teatro de párpados o tibieza. Yo no espero una mirada,
tampoco la misericordia de un menú gastado cuando las branquias del niño
te nombran. Hay herencias que adivinan el bosque, racimos escarlatas,
orugas que amanecen sin el esplendor del mediodía. Hemos hablado
de la verdad o de la mentira, del viento norte o del viento sur, de tus
rizos sin esgrima, de mis manos que ya no amparan el inútil
humo del vacío. Son la doce de una noche inacabada, los
comercios mueren… los transeúntes se arrojan al cálido eco
de sus hélices, pero tú y yo estamos aquí, con la mentira
y el dolor y éste tiempo que se agota para no volver. ¿caerán por fin
los adjetivos, los pronombres inversos, la sintaxis irreal del futuro?
Te vas con el insomnio de un mañana, toda tú incendio y negrura,
participio que invade mis rodillas de pájaro sin vuelo, hermafrodita
ejemplo de la virtud, rotura de pedestales que ya no suenan.