lunes, 30 de septiembre de 2013

PAISAJE I

El vuelo engendra brumas y latidos,
puentes imposibles hacia la luz.

¿Qué color de ágiles esferas prorrumpe en grito
tras el ardid mecánico
de los hierros?

Hay un espejismo de transeúntes,
peceras donde el dulzor
esculpe las palabras
en un idioma viajero.

Y el sueño del raíl
bajo la costumbre de calles oscuras,
la melancolía de las chimeneas,
la astucia de los perros
cuando se arrodillan ante la verja
y lloran.

Máquinas paradas junto al sol,
multicolores,
con la paz en sus manos
y el tiempo que suda la estación imposible
no conocida,
neutra.

Fuera de lo que es y no se nombra,
la canción de la infranqueable virtud
y ese precipicio de rojos
que añora la hipófisis del río,
su fulgor
y su muerte.

¿Quién podrá en las sentinas del galeón
escuchar la memoria de las batallas,
el eco absurdo de la edad?

sábado, 28 de septiembre de 2013

Retrato junto al mar

La gracia del ave no te es ajena. El roce
de las extremidades es un canto limpio
que vulnera la luz. Acuclillada, como
una diosa extraña entre marinas, aún
conservas la magia de las amapolas.
Hay en la sonrisa que cruza tu adiós
un oro sin faz. Se filtra el ansia del nailon
en los pechos húmedos, los acaricia,
los invade como un sol diminuto.
Admiro tus rizos de medusa alegre,
el baluarte de tus caderas, los ojos
ingrávidos del mar en el iris abstracto.
Sólo fue un agosto de playas dormidas,
junto al sueño de las terrazas o el dulzor
imposible de los equinoccios.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Sólo fue un baile de máscaras

Un día es otro día en el espasmo infantil de la aventura.

Pero, luego, la verdad de los cabellos postizos, el impulso
que había guardado su secreto cinturón de argucias.

Su compañía de botines rojos, sus labios que no
pronunciaron el sueño.

La atmósfera que fue criando una telaraña de espejos
en los días del pánico.

La dulzura se abre en los dedos del mapa
como un ejercicio de títeres, piedra y cosmos
en los párpados de la inocencia.

¿Quién abrió ese estrépito de cortinas y fuimos ola y calor,
bares en penumbra, cines o universo, flores volando
en las hojas caducas, ilusión que redobla su ejército
de campanas en la historia más triste?

Porque el futuro olía a dibujos animados o quizá a rumores
que el palpito de un molino alimentaba, lejos del paisaje
de las fachadas sin rubor.

Muy próximo el soliloquio de este hombre que siente la cruz
de los ojos esquivos en la memoria gris de la lluvia.

¿Y la respuesta enternecida de nieblas, sin el sonoro
argumento de un jazz inoportuno o un maquillaje o un tallo
prematuramente infantil?

No sé, en este hogar donde el alcohol mide las frases del tiempo,
tal vez no se admita la caricatura o el refugio de la máscara.

Hoy disculpo el perdón, aunque lo niegue.


lunes, 23 de septiembre de 2013

Los días perdidos

Hay un recuerdo pintado de blanco, el pasillo
de un viernes sin atmósfera.

Todo empezó como empieza el circulo mágico del adiós.

Ritos y penumbra, juegos infantiles como ecos
de sarna azul.

Pero también las canciones abstractas del adoquín,
camino de los días iguales
en senderos sin estatua.

¿No dormirá el sinsabor de la piedra su última alabanza?

Transitorio es el fluir de este gas perpetuo.

Otros nombres sustituirán al nombre eterno, sus mejillas
son verdes como el antifaz de la sedición.

Mi piel recordará lo luminoso de esos días perdidos
que la juventud engalana con el misterio leve
de una cicatriz que aún nos encubre.

domingo, 22 de septiembre de 2013

El viaje oscuro

La noche dentro de la noche es un águila herida.

Avanza el futuro con el metal en los labios
y los ojos blancos del albor.

Suben los fantasmas a su pedestal y en los soles
de mi auto los reflejos calcinan la seriedad de un mensaje,
el devenir triste de las cigüeñas.

¿Imaginas hoy los ríos que descubrieron tu estatua aquel verano
de piedras grises y altas ermitas sin nombre?

Los labios no se dibujan en la madrugada joven, el silencio
llama a las estrellas mientras el asfalto cuece su latido
en tiritas de marfil.

Allí esta el sur, la siembra que transita elíptica
como un mar de oro.

Pasan los pueblos como gigantes de adobe, sus casas se acurrucan
en la frenética cicatriz de las horas.

Quisiera ser el animal que prende la luz en el mediodía inacabado
del rumiar y la sierpe.

Benditos los árboles y la arcilla, bendita la cruz y el molino,
las encinas y los tortuosos olivos, la arena blanca
que de pronto amanece en un círculo, el cielo y su azul
como un faro que entretiene mi dolor.

No poblará el candil la noche oscura. Cuando la sed de los laberintos
nos diga que si, los rumores de tu piel vibrarán como llave o penumbra
de no sé qué tiempo o país.


jueves, 19 de septiembre de 2013

Agosto en Madrid

Como si siempre hubiera vivido en la luz.

Reconocible mañana de agosto, duelo de aspersores,
el canto del tráfico como un murmullo gris.

El transcurrir de las horas en la biblioteca desierta.

Después, la huida hacia el menú de los bares encendido de calor
y aturdimiento.

Sé los caminos-no el camino- cuyo olor me empapa.
Sé que busco sombras como quien busca una isla prohibida.

Sé que soy extranjero en cualquier parte.

domingo, 15 de septiembre de 2013

La senectud

¿Cuándo se descubre el viento fósil en la memoria?

La piel ama las llaves de la fertilidad, juega, se multiplica,
arroja sus esporas a la vida, como esperando la fiebre
de los cánticos o las alamedas floridas del verano.

Pero no es así, pronto las uvas tristes deshollinan su semen
sobre los días que, monstruosos, van edificando la máscara
de las eternas playas sin edad.

¿Quién no ha robado la luz- como Prometeo
lo innombrable- desafiante y lúcido igual que
un satélite a la deriva?

Son necesarios los años, el poso gris del tiempo,
las arcadias que alejan la realidad para ser hombre
en la infinitud de lo humano; destino de río
amargo, hoja seca en los mayos oscuros, restallar
de látigos en la sombra vieja.

El camino llueve, sus faros olímpicos
recuerdan la decrepitud sembrada en un eje
nacido ¿cuándo?.

Vaga quietud de efímera lujuria(los objetos y su dorado,
las cartas que amarillean o los recuerdos que viajan
de la noche a la calígine, igual que el latido del muladar).

Aquí, en el lujo exacto de un vivir transitorio, las esquinas
son frenesí: urgen, se desgañitan, nos acompañan
como perros grises sin dibujar un sol.

Me duelen los huesos del ánimo, igual que estas deformaciones
que las extremidades- audaces, pasivas- ya no ocultan.

¿Cuánto tiempo me dará el tiempo para ser lo que no fui?

Esperar hoy a que mi yugo descubra el amor en los labios vespertinos
de mil parientes olvidados.

Hasta ser nada.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Patroclo habla




Aún buscas los artificios de la inmortalidad,
el perfil del agua secreta, la maligna cicatriz
del fuego. Así te contemplo, niño profeta, héroe
ya territorio, ya isla. Nos criamos bajo la astucia
del noble Quirón, él amaba el silencio como tu amas
la gloria. De nada nos sirvió la estrategia de las flores,
ni siquiera tu virtud de hembra pudo asomar su vientre
junto a la espada invencible. El destino es cruel, sus
ramas son rojas como la sangre de la victoria. La ciudad
enfrío los desiertos, su tapiz resplandeciente se reflejó
en tu piel como una armadura de eternidad y venganza.
Nunca dudaste en la batalla, nunca la piedad asomó
en tu iris sombrío. ¿Quedaba en ti el sello del amor
cuando los mil pétalos de la aurora te concedieron
disfraz? No sabías que la ambición puede también
conquistar un sueño. Hay razones para el ocaso
como las hay para la luz. Tu orgullo tiembla como
un sol infinito, pero a mí me regalas las sombras
de tu enemistad como una canción invalida. Moriré
en la estrecha cinta de un amago, creyendo ser tú,
en la atmósfera de la noche. Sé quién me vengará
igual que venga el poderoso eclipse la razón o la
locura. Sé también que llegará a su destino el clavel
del dolor con sus púas de misterio ¿De qué servirá
entonces ese círculo que ahora trazas con las manos
sangrientas?



jueves, 12 de septiembre de 2013

Fragilidad

Tú no querías abrir el paraguas del miedo.

Vivimos los fastos inacabables, la duda
y los sueños de paraísos demasiado frágiles.

¿Dónde el ritmo de las arterias, el crisol de las motocicletas
cuyo anuncio ignoro, ese oasis de las casas rojas que huele
a herrumbre y a mentira?.

Otro cáliz dentro de la luz,
los quilómetros son rubios
como las cejas vespertinas del mar.

No cabe el ojo transparente en mi oscuridad infantil.

Celebro las historias escritas por otro,
las imágenes que este poema negará
y negará
como el opaco susurro de la nada.

lunes, 9 de septiembre de 2013

El hogar

Tú me dijiste que la casa no era un monstruo.

Pero gime, se retuerce y cuando no estoy
llora.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Un dia de vacaciones



Quema el sol en las preguntas del dique.

Aguardamos como un canto dormido
a que la mañana despierte.

El mar es un rizo suave y melancólico sobre el tapiz
de este julio ambidextro.

La travesía rompe las flechas de los atunes,
la ternura infinita de las gaviotas.

¿Qué color es el color en que ahora pienso?

Los turistas veranean en fotos amargas, su felicidad
se acomoda, se daña en la costumbre de otro verano
o de otra luz.

Me gusta el rompeolas, los campos de tenis, la arboleda
que no admite un dios descreído.

Yo no sé donde está el árbol de las mil calles sonoras.

Un quiebro es la melancolía, otro la lujuria, el otro
la edad que adivina los cánticos del mediodía
con sus flores de organdí.

Es posible que en el estío los peces blancos lleguen
como signo o ciempiés.

El regreso sabe a piel joven, a esporas de fantasía,
a ráfagas de un azul olvidado en las noches de mercurio.

Vuelve la noche a ser hospital de viajeros, ancianos Ulises
que lloran su imagen perdida o extraños atlantes que no
entienden la virtud multiforme de la historia y se van
hacia si o el olvido.

En la ciudad rosada sufren los labios
el enigma de no haber sido memoria en la luz.

Ciudad del paraíso(un poema de Vicente Aleixandre)



CIUDAD DEL PARAÍSO

A mi ciudad de Málaga

Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria,
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.

Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira
o brama por ti, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre y blanquísima donde viví, y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas.
Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
merecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.
Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable,
y donde las rutilantes paredes besan siempre
a quienes siempre cruzan, hervidores de brillos.
Allí fui conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste
cantaba la súbita canción suspendida del tiempo;
quieta la noche, más quieto el amante,
bajo la lucha eterna que instantánea transcurre.
Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un dios emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.
Jardines, flores. Mar alentado como un brazo que anhela
a la ciudad voladora entre monte y abismo,
blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso
que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra!
Por aquella mano materna fui llevado ligero
por tus calles ingrávidas. Pie desnudo en el día.
Pie desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Del imposible olvido

Esta tarde el perfil de las rocas me conmueve.

Porque regresa el pasado con su trinar oscuro.

El mismo acento en los labios,
el aire dormido
y simple.

Yo no sé dónde fue la magia de la juventud perdida,
ni las palabras con flores rojas
ni su piel
tan explícita.

Veinte años más son un buen comienzo para el olvido.

No para mí.

martes, 3 de septiembre de 2013

Si llueve en Paris



*foto de Henri Cartier Bresson


Lento el latido del avión cuyo horizonte
es el equinoccio lúgubre.

Rápido el automóvil como un souvenir de alas azules.

Lento el carmín de la autoestopista cuando enseña
su cruz de paraísos informes.

Aún vivo en el maquillaje de la rue olímpica, el tránsito
alegre de un oriente transgresor, los ojos impasibles del maitre
o las columnas de la madame cuando el colorín de su cielo
nos alerta.

Ven a las horas bendecidas del ardid, las paredes
del subterráneo reproducen el álgebra de las manos cansadas
o la música imposible de la luz blanca.

Aquí, si llueve, suena el laúd en la plaza de los pintores,
junto al vuelo de imperfectas águilas, en la riada melancólica
de los turistas, cuando el brillar del trasluz es un lejano eco de serpentinas...

Hay una mujer de dobles dientes en el ensueño de tres vidas
que se acercan. Duda el misterio como duda la mitad invisible del adiós.

Pero el susurro, que es ingrávido candil, trino sin hojas de la muerte,
dulcifica el silencio que en su blancura va devorando un eclipse mortal.

Volverá el reloj a su doctrina, igual que anfibios rojos que desnudan
su aliento en los margenes del río sucio.

Un temblor de hojas secas. Un segundo de éxtasis, la razón
de mil razones abstractas encontrarán un sueño en la espalda,
la frente insólita de un cadáver renacido.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Tarde de verano

Aprendí fácil el álgebra de las calles.

A pesar del miedo y la costumbre de los domingos
hospitalarios.

Todavía queda el dibujo de las plazas,
el refugio del calor en el viento triste.

Tú buscas el látigo de la sombra,
las heladerías con sus flores
frías.

Atardece en la memoria insomne del cristal.

Vivimos.