jueves, 31 de octubre de 2013

La transeúnte



Sólo un paso de caderas rojas.
No mirará el espejo ni el rubor.
Su nombre de aceituna me llama
hacia el trasluz, hacia el rombo
del deseo y sus arpegios. Bajo
las horas blancas de mi edad
la contemplo en su desnudez
fingida. En su ágil travesura.

martes, 29 de octubre de 2013

Cita en el Café



En la memoria de ese bar no cabe mi esperanza.
Hay una nostalgia de tenderetes vacíos y una palabra
que no lloverá en la luz. Al volver o al irnos un círculo
de palomas nos envuelve. Todo el silencio se arrodilla
como un don en el paso que finge. Dentro del anillo
la piedra escapa a sus insomnios de bucle y candil, de
aliento y edad. Me acostumbro a ese silbido que el azar
deja en las terrazas, a los rostros que la inocencia disimula
en los dedos invisibles. ¿Qué es hoy sino un sábado de águilas
pasajeras, un alambre donde las dudas o el orgullo florecen?.
Miro las paredes acolchadas de un extraño paraíso, los
rombos geométricos del crisol perdido, las flagelantes
efigies que transitan de un yo al alud del día. Reconozco
el tímido gesto de la despedida, cuando imagino en mis
bolsillos la cruz del metal o la historia definitiva
de aquel ángelus perverso. Escucho la voz de los ojos
velados que adivinan en la orilla de los meteoros
una morada de ecos primigenios, de latitudes sin mar,
de arcilla laboriosa igual que la paz de los muertos.



















domingo, 27 de octubre de 2013

Aquellos meses en la isla

Del más frío invierno al corazón del sol. Un viaje
nocturno de soledad y fantasmas. Mis pensamientos
se refugian en el dolor de lo perdido mientras difusas
las estaciones dejan su ráfaga de luz en los cristales.
Voy al lugar de la piel dormida, al verdor y a la historia
triste de la playa, al vacio de los meses que es blanca
bruma sobre un mar de plástico. La muerte también
llegará,apuntando a los rostros sus pistolas de fuego
y el absurdo divagar cíclico de los días se vestirá
de verde con las botas amputadas del desfile o el traidor
lenguaje de los brazos cuando ejecutan el aire con sus aspas
de hastío. Hoy es memoria lo que fue círculo e idolatría,
recuerdos que viajan por llanuras de cal, por el gris
de las piscinas y los cuerpos sin idioma, curtidos
como flores tropicales, envejecidos por la luz
del ocaso.


jueves, 24 de octubre de 2013

Mi soledad

Tenia rostro y era como un mapa por descubrir.
Al principio la sentí como maquillaje de sombra,
con los años pobló mis cejas, mi voz, mis silencios.
Pensé que se ausentaba en las horas alegres de la
nocturnidad, en las risas de agosto, en las confidencias
de un hermano que nunca conocí. Ahora podría decir
que me ha comprendido porque habla cuando callo
y me ignora si un cuerpo se vuelca en mi ansia.
Creo que, por fin, nos entendemos.

martes, 22 de octubre de 2013

Historia del dolor oculto



Ese leve hilo que siembra su raíz en el sueño.
La llaga, el espectro, la metamorfosis sin nombre,
las astucias del silencio, las oraciones imposibles
del adiós. Se instala su comezón en el hambre,
subyuga las rosas de la felicidad como alfileres
enrojecidos que apuran el perfil ambidextro
de la carne. Su latido es de clepsidra vieja.
Insiste igual que un robot en su ciego eclipse
de margaritas ajadas. Y vence igual que
un céfiro con sus uñas de sal rota.

sábado, 19 de octubre de 2013

La condena de vivir

Esta rama vieja se inclina hacia el dolor. Su memoria
finge los estigmas del arco iris, el cadáver que solitario
nieva. Si mira los rastros ve un rosario de flores en
el diamante del sueño. No ha llegado al puerto vacío,
el viaje se tiñe de sombras, aún escribe soliloquios
en el mapa negro de los días. Mi salud ¿qué salud?
es una nave agria varada como un látigo exhausto
que hereda el marfil de la noche. En los ecos grises
del reloj un palpito ambiguo de serpentinas caídas.
Aunque hieras la música de las horas azules busca
el eje o el símil de aquel espacio que es piedra o rubor.
Que nadie escriba en la luz de tu piel un solo signo de paz.

Otro relato o algo parecido...


LA BUSCA DE UNA IDENTIDAD

Yo soy un impostor, y si no me hubiera decidido a confesarlo es seguro que nadie lo sabría. He vivido la vida de otro. He usurpado un nombre, una familia y un destino. Lo he hecho con total conciencia porque quería, necesitaba, mi ración de felicidad. Me he apropiado de un mundo pequeño, formado por objetos minúsculos, vulgares, usados incontables veces. He simulado hasta construir una identidad a mi medida. Con mañas de artesano, descubiertas al acecho, he logrado modelar una dicha particular y duradera, sin parangón ni emulación posible.
No tengo pasado o simplemente lo niego. He vuelto a nacer, desprovisto de vivencias, como un neonato sin memoria. Nada de lo que me puedan acusar podrá ser confirmado. No existen pruebas físicas, ni recuerdos ni posibles testigos. El vacío no admite condenas y cualquier cosa que digan que no consista en describir el presente: mis costumbres, mis gestos o mi entorno, la negaré bajo juramento ¿no consiste en eso ser creíble?
Hace tiempo que al director de mi Banco le engaño con un nombre falso, un nombre que figura en el carné de identidad que he fabricado con cartulina, tinta y huellas de un hombre muerto, él me saluda casi a diario
-¿Cómo esta usted, señor v? Es un honor que nos visite con tanta frecuencia. Venga, no se quede ahí, le atenderé personalmente. Usted se lo merece todo.
Yo hago un mohín y me dejo querer pues he descubierto, gracias a él, que soy rico. En mi nueva cuenta corriente se desbordan los números como borbotones de cremosa leche, debido a ello recibo del Banco regalos que no uso y cuando llego a casa compruebo no sin enojo que esa opulencia me ha hecho popular entre los vecinos de mi barrio. Odio su expresión cuando me reverencian en las escaleras o en el ascensor, en especial detesto a uno de ellos: Lucio Manteca, un ex-tendero jubilado que habita el bajo. No soporto el sombrero de fieltro bordeado con cinta negra que él agita ante mi presencia al tiempo que dobla el espinazo como un bufón. No es el único que me adula, sin duda todos conocen mi solvencia y esperan reflejos de gratitud por su amabilidad fingida. Aún recuerdo como Maruja, la viuda del quinto, me visitó con una tarta de chocolate que parecía sacada de un bodegón cutre, sus gruesos dedos hacían de trébede y una vela de todo a cien chisporroteaba en la coronilla del pastel como una bengala enquistada

-¿Creía que no me iba a acordar de que hoy es su santo? Vea, le traigo esta humilde tarta hecha con mis propias manos-dijo mientras me la metía entre los dientes

Les hablaré ahora de mi nueva familia. Como yo, son impostores, aunque ellos ignoran hasta los genes con que los fabriqué. Hay fórmulas ambiguas al alcance de cualquier alquimista aficionado, basta con saber leer entre líneas los arcanos secretos de los frailes que antes fueron perversos demonios entregados a la carne y los placeres mundanos. Es mucho lo que pueden enseñarnos esos seres redimidos, lacerados por el peso de pecados eternos, que aún buscan escondite, y que para comunicarse reescriben los códices como si aun vivieran en el siglo trece de una era inaudita. Les conozco bien, y aunque se llamen Mendel y susurren ecuaciones de la herencia exacta, no más les creería que si fueran mendigos suertudos con papelitos engomados descifrando las claves que ellos mismos entierran entre muros de piedra, cantos gregorianos, maitines, motetes, celdas mal perfumadas y rigores de claustro. Son engañadores, al principio lo fueron al amparo del más humano de los instintos: supervivencia; después por el gusto y una afición artística que desafiaba los mismos basamentos de sus creencias; es decir, la omnipotencia del ser divino al que debían mostrar obediencia. Enseguida se coge gusto al poder más absoluto: el de crear de la nada a un semejante. Dice la leyenda que el proceso fue lento y callado, un descubrimiento azaroso hizo chispear los ojos de fray Humberto, el decano de los copistas de la abadía, quién, con emoción, garrapateó la fórmula magistral sobre el pergamino amarillento en una criptografía arcana, y lo ocultó entre los códices restaurados. Para determinar su ubicación eligió una simbología pueril-la que juzgó más efectiva- y se propuso guardar el secreto. No lo consiguió, fray Humberto hablaba en sueños, gritaba confidencias en las horas en que la noche calla. Las celdas contiguas, pese al grosor de los muros, eran traspasadas por la pasión del grito. La vigilia del dos de noviembre el novicio Julián , desvelado, miraba entre los barrotes del ventanuco como el cielo clareaba y una luz de plata invadía poco a poco su modesto recinto, entonces escuchó las palabras del anciano, las inconexas frases entreveraban lúcidos significados que hacían hervir la sangre; la humedad y el frío intenso ralentizaban la llegada de esas extrañas palabras que asomaban vestidas por el eco, rápidamente el novicio memorizó la fórmula y se paso el resto de la noche repitiéndola, con un estribillo que le calaba los huesos y le henchía el corazón. Desconocía, en aquel momento, la verdadera trascendencia, el precio que pagaría por desvelar los signos y confiar en el abad. Creyó, erróneamente, en una revelación divina, hincó las rodillas sobre el suelo áspero y rezó al señor, su dios, hasta que el alba asomó sobre los cerros y un rayo de sol naciente le sonrojó la cara. Este fraile era un antepasado mío y todos nos parecemos a él, clones de un ser superior en perpetua generación, acusado de herejía, flagelado primero, seccionada la lengua después y cortadas las manos para que no pudiera transmitir lo que fray Humberto -celoso, univoco- guardaba.

Unos días antes, el abad, intranquilo, había consultado con fray Humberto

-¿Qué debemos hacer?
-Padre abad, lo que me habéis contado es muy grave. Yo he jurado secreto de confesión y conmigo la fórmula estará a salvo, pero ¿y este novicio? ¿Podemos estar seguros de que no hablará?
-es un miembro de nuestra congregación y puede, como vos, obligarse ante dios a guardar secreto
-yo solo respondo de mi, padre
-¿qué sugerís, entonces?
-el novicio deberá sacrificarse
-¿en qué consistirá ese sacrificio?
-será mutilado de aquellas partes de su cuerpo con las cuales pueda comunicarse
-eso es cruel, fray Humberto
-no hay otro remedio
-así sea, pues

Era incuestionable la ascendencia de fray humberto sobre el abad, la altura intelectual desde la que lo miraba amedrentaba al prior: un hombre humilde, tenaz, débil teólogo, torpe estudioso de textos insignes, hábil menestral ascendido a intendente y de intendente a regidor máximo, esa era su historia, la necesidad dentro de la necesidad, una figura útil y sumisa, un peón travestido, un hombre con pies de barro, un alma simple elevada a los altares.

La conjura se había puesto en marcha, los pasos subsiguientes, dirigidos con férrea determinación por fray Humberto, culminaron en la atroz mutilación; el abad calló y bajó la cabeza, el fraile creyó triunfar, una victoria sobre los fantasmas de la traición. No fue un triunfo completo, la sangre guardó el secreto y se transmitió de generación en generación gracias al instinto de Julián, quién, atacado por un presentimiento, el día antes de la condena, se escabulló de madrugada escondido entre los sacos de la ropa sucia que una carreta acercó al pueblo, allí busco moza para procrear y en un ardid del destino lo consiguió a la primera: ella, la núbil ramera, fue el eslabón definitivo de una fructífera descendencia de seres clónicos. Después volvió a su cubil y esperó tranquilo la sentencia, sabiendo que la herencia quedaba a salvo codificada en los genes, y así fue hasta que esa cadena encontró una mella, esa mella soy yo, ustedes se preguntaran el por qué de mi impostura, la razón es que en un momento determinado de mi existir percibí que carecía de identidad: yo era una caricatura, de ahí la necesidad de convertirme en otro. Soy como una rama voluntariamente desprendida del tronco, caída a tierra, que echa raíces para iniciar su propia estirpe. No es de extrañar que ya no crea en dios, sino solo en mi mismo. Nadie sabe, en realidad, que soy el germen de una nueva raza, o puede que si lo sepan, y sea por ello que empiecen a venerarme.

jueves, 17 de octubre de 2013

Adolescencia



Cuando el oro imprime su gesto en la blanda
textura de la carne, un aullido regresa. El niño
elige la flor de la rebeldía y no hay puentes ni
diques ni luz que pongan un circulo en el sueño.
Él conocerá los pasos y la grava, la esquila fútil
que le advierte, la química invisible de los cuerpos,
la voz que susurra un nombre de siete sílabas negras.
En la rendija de los años su pudor caerá como
hojas de otoño en la inconsistencia del augurio.
Me faltan minutos de paciencia o siglos que
abracen la incomprensible levedad del azul
roto. Ese azul que crece en la diminuta sombra,
en el crisol del miedo.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Letanía del adiós

Para qué este silencio sin hojas ni mar.

Para qué el granito invisible que adora la cicatriz
o la luciérnaga o el talud.

Para qué mi voz de agrios dientes en la huella diminuta.

La voraz quimera deja un rastro de azucares rojos.

Llovizna otra vez en el músculo perdido, su llave huele a viento,
a mariposas y a escarcha.

¿Quién sabe del círculo que derrota poco a poco el estío?

Mi yo es un mosaico que duda entre su raíz y su tiniebla.

Que alguien llore cuando mi púlpito se seque, que no finja
ser ídolo este polvo sin química ni ardor.

El adiós sin silabas será mi canción, mi dádiva o mi luz.

martes, 15 de octubre de 2013

PAISAJE III

De lo oscuro nace un cálido artificio.

El automóvil dibuja los ecos de colinas azules,
de sesgadas lomas, de valles ausentes
como un agujero dormido.

Al sur se doblan las espigas en ruedas infantiles.

Los girasoles imaginan su armonía de flecos y alambre,
enseñoreados por el disco que humildemente
se aleja.

Cruzan los meteoros del cenit águilas imberbes
de corazón distraído, especuladoras cigüeñas
con su enjambre insólito de flores de vertedero,
populosas como el ejército imposible
de los días de agosto.

Detrás del odio de las palmeras, la arena surge
como un cielo desubicado.

Hay paz y hay un hemisferio sin hilvanar.

Es agradable vivir aquí, es agradable la luz opaca
que anuncia el sol de noviembre.














lunes, 14 de octubre de 2013

Un relato o una nadería, como lo queráis llamar..

UNA PASIÓN CUMPLIDA

A ella le encantaba tomar el sol. El de la mañana, el del mediodía y el de la tarde. Su piel había adquirido una tonalidad permanentemente marrón, un bronceado apagado, como de pátina vieja. Las arrugas se anticiparon al marchitar de la edad dejando en su cara un rastro de juventud herida. Cuando se pintaba los labios de rojo pasión y se rizaba el pelo se diría que había cambiado de raza. Era solidaria a su manera con los pueblos oprimidos. Con esas querencias a nadie extraño que se liara con el nigerino que vendía quincalla en la esquina de su calle. Era un negro alto y bien formado, que vestía camisa con los llamativos colores de su nación, y gorro del que colgaban espejuelos que brillaban como diamantes pulidos:
-“tú comprar, ser bonito, barato, pero no bueno”- la abordó el nigerino con sonrisa marfileña, enseñándole un ídolo de madera en postura de bailar alguna danza ritual. “Ser el dios de la lluvia, yo decir que aquí no ser bueno porque llover suficiente. Vosotros necesitar a dios sol”

Ella se le quedó mirando y le preguntó con retintín:
-¿y tú tienes ese dios?
-“no-dijo asombrado el nigerino- mi país ser seco como desierto, pero yo ser tu sol si tú dejar”
No le quiso responder y siguió su camino. A la mañana siguiente volvió a pasar por el mismo lugar y el nigerino la llamó:
-“eh!, tú, poder venir un momento”
Dudó, pero al final se acercó
-“mira, tu dios sol”-dijo mientras abría la mano y le mostraba una fotografía suya tamaño carné.
Ella se molestó,
-¿esa es tu forma de ligar?¿es que me ves cara de idiota o qué?
-“no, no, tú no enfadar, a partir de hoy yo proteger, para ti nunca más llover”
-“este tío está loco”- pensó mientras se volvía con desprecio-,pero ¿y si fuera cierto? ¿Y si fuera un chamán milagroso capaz de crearle un espacio de luz eterno?”La loca eres tú por pensar esas cosas”- acabó por decirse y continuó.

Pero, he aquí, que un día borrascoso de nubes plomizas y llovizna caprichosa, en el que caminaba pegada a los edificios, sorteando los goterones que inmisericordes trataban de sorprenderla, una mano de hierro la atrapó y la metió de un salto en el portal más oscuro que vio en su vida. El silencio angustioso del zaguán lo rompió una voz cavernosa que le decía: “tú mirar techo”. De repente un globo de cristal blanco que hacia de lámpara fue adquiriendo un tono amarillento cada vez más intenso. No se le podía mirar de frente sin cegarse y ella notaba en la epidermis un fermento de ardor creciente. “Yo ser hombre de palabra-dijo la misma voz rotunda-, éste ser tu sol”. En efecto, aquello era como un hermoso astro solar en miniatura, miró en derredor y se sorprendió al ver una fina capa de arena en el suelo, el continente era circular y estaba bordeado por pequeñas palmeras datileras. Acostado bajo un parasol, con la cabeza sostenida por su codo derecho, el nigerino, desnudo como dios lo trajo al mundo, bebía agua de coco plácidamente.“¿tú querer?”- le ofreció. Ella, sin decir nada, se acomodó a su lado, se desnudó y bebió con gusto porque el intenso calor le había dado mucha sed. Estuvieron así varias horas hasta que se agotaron los cocos. Al salir de nuevo a la calle se los pudo ver abrazados, él la protegía con una sombrilla multicolor de un sol inexistente, mientras ella buscaba en el bolso las gafas ahumadas.

viernes, 11 de octubre de 2013

Historia de un fracaso



Nadie arrebuja el latido ni el iris inmóvil
de la orfandad.

Estos pasos hieren la luz porque ambicionan
el protocolo de las sílabas huecas.

Yo nací en el ojo del eclipse con cien cadenas amarillas
y un coro imperfecto de consejos sin flor.

Sucumbí a las horas lúgubres del desencanto.

Entre espasmos y soliloquios que convirtieron mi vida
en un arco iris roto.

Siempre la soledad como sombra,
en los portales y en la latitud,
del hombre que crece
y se añora, corrompido por el mensaje de las luces
o el orgasmo del licor o la niebla que impasible
resucita un arcángel.

Así, en la memoria de la playa, en el patibulario ejército
del rojo clamor, en la historia breve de los delfines
que ignoran su músculo, en las lineas del deseo
que rejuvenecen la historia simple del vacío,
con caras inútiles o adverbios que mueren
en su raíz de incógnita.

Mi yo absorbe el silencio como una verdad sin golondrinas,
mi yo anuncia la atmósfera que involuciona la condición social
de los huesos, el laberinto que yacerá solo.

Solamente inmaculado o solamente cautivo en el apóstrofe del ser.



miércoles, 9 de octubre de 2013

Paseo nocturno para un niño perdido

De un mar a otro mar el hilo exacto.
La ciudad en sombra elige los espejos
del suburbio, su senda políglota. Crece
el niño entre mapas azules, mira el enjambre
de la latitud como un faro asustadizo. He
plantado la raíz de un futuro viejo, con los
cromosomas de la lejanía que serán círculos
en la hora infantil de las golondrinas. Para
que él vea su noche de estrellas infinitas
como el dulce trino de los pájaros que huidizos
se pierden, se pierden.

Encuentros



Antes nos veíamos siempre. Nunca adiviné
si fue casualidad o es que mi deseo encontraba
un molde en la querencia tuya. Te sentí en mi ciudad
y en la otra(una recortaba su perfil después del mar
y la playa, la nueva era un monumento de piedra,
inmemorial y soñadora como una dama exhausta).
Pensaba en ti desde mi atalaya de cristal, espiaba
tus salidas hacia cualquier lugar esperando
que quizá sería también el mio. En los trenes
coincidíamos sin mirarnos, ocultos tras
los libros, como topos sin horario. Hablé
contigo una noche quieta y lúgubre. Sin luna
y sin mar. Ha pasado ya tanto tiempo...

domingo, 6 de octubre de 2013

Dias de pueblo

Era la magia de la aventura. Aquel país de agua
y verde, de silencios microscópicos. De bicicletas
inmaculadas como una flecha ciega. Fui feliz entre
curvas que abrazaban mi miedo. La casa grande,
su fachada de cal y sus rosales, el misterio de la perra,
blanca y soñadora como un deseo. Y después, los
pilares olvidados en su esqueleto fósil, con las fuentes
de caballos graníticos igual que adobes sin compañía
ni edad. El día transcurre, tras el oficio metódico
del alfayate, el muro bajo, la hierba profundamente
huidiza en el bascular insomne de los bóvidos pardos .
La plaza seca y su iris que aún agrupa en las noches
el coro de los niños. Mi casa no es más que el paramento
de una aguja llamada suburbio. Suena la robusta noche
en las miserias del campanario. Pasan azules los
hombres con un adiós taciturno en los labios. Bajo
la techumbre de la escarcha, un episodio de insectos
va y viene como la noria indefinible de algún elefante
rojo. Yace el columpio. Yace la oscura memoria
de la luz que solo es tiempo dentro del tiempo.

miércoles, 2 de octubre de 2013

PAISAJE II

Hay gárgolas de labios sellados.

El castillo trepa como un dios
hacia su nombre y su verdad.

El pretil sobrevive a la monotonía de los barcos rojos,
se inclina y no teme las oscuras razones del río.

De este lado, la historia es negra como un cetro de espinas.

Los edificios crecen, sus cristales arrojan
la luz hacia el unísono eclipse del día.

Descubro el permanente gris de los metales,
camino hacia las esculturas del óxido
que añoran los mares bravíos,
la bandera pirata del devenir.

El olor de las frutas llega suave, rodea los atrios,
las bóvedas, los arquitrabes de la iglesia fría,
su descomunal círculo de penitencias.

En esta celebración los rostros del almíbar,
el corazón de los frutos
sin edad,
el océano en barreños de espuma,
las almendras, los pasteles,
el regocijo bajo los paraguas del tiempo
con el febril diluvio de los lúpulos derramados
en veladores de mármol
corroídos por la palabra rota.

Tres puentes azules
como un látigo infantil,
en uno de ellos la nariz de la catedral blanca,
irónica como un ademán solemne.

Es más sencillo si uno cree en los símbolos,
en la tradición
o en la lógica que los pasos reverberan.

Si reconoces el mensaje de los jardines
tu paz sera flor,
magia en los lirios de este frenesí que has dejado lejos
como una sombra
desnuda.