martes, 31 de diciembre de 2013

El espacio habitado

Recordar el espacio habitado.

Qué rumor de paredes,
qué tornasol en las porcelanas,
qué misterio de caobas y azul.

Allí, tú, el díscolo pasajero inmóvil,
aquel que mira las voces
y no pregunta por las vidas de nadie.

El que ignora la quemazón de un iris
mientras se extraña del azogue
incapaz de reflejar todo su cuerpo
y piensa en otro territorio,
húmedo como agua invertida,
salobre, infantil, paraíso y también albur
de esa historia inacabada
que se construye
sin piedad ni orden.

Te dices que las mismas cosas ya no pasarán
y no sientes rencor
porque en el saludo de las imágenes
o en la voz que cotidiana te acogía
respiraba el don del cariño
(no dicho, no hablado, nunca feliz),
la responsabilidad que la familia adorna
de flores y nostalgia.

¿Cuál edad, qué desnudez de élitros,
dónde la tentación infinita de los jeans oscuros?

Era otra ciudad, si,
como tú eras otra muerte.
















lunes, 30 de diciembre de 2013

En las horas oscuras(un poema de Vicente Gallego)

En las horas oscuras
que van creciendo en nuestras vidas
al igual que la noche se alarga en el invierno,
en esas horas, a menudo,
una imagen tenaz y hermosa me consuela.
Regreso hasta una playa de otro tiempo,
todavía cercano. Es un día precioso
de final de septiembre, brilla el mar
con su estructura lenta, sugestivo y exacto
como un cuchillo. Quedan
unos cuantos bañistas a esa hora
dudosa de la tarde, y no estoy solo,
un grupo de muchachas me acompaña;
el sol dora sus cuerpos de diecisiete años,
y es ya fresca la brisa, y en sus nucas
la humedad reaviva el aroma a colonia.
La tarde transcurre dulcemente,
y las muchachas ríen, y me dan su alegría,
aunque no amo a ninguna,
y hay un aire de adiós en cada cosa:
en el verano aquel, en los bañistas,
en aquellas muchachas
que desconozco hoy, y en la luz de la playa.

Apuré aquel momento agradecido,
al igual que se goza un hermoso regalo,
en su dicha sereno, destinado a perderse
tras la felicidad frecuente de esos años.
Y ahora comprendo que en aquella tarde
algo más que belleza se ocultaba,
porque su luz me salva, muchas veces,
en las horas oscuras.
En las horas oscuras me consuela
una imagen tenaz de la alegría.
Y yo me pregunto por qué vuelve,
y qué es lo que perdí en aquella playa.

Una de esas películas que, siendo románticas, no resultan empalagosas..

domingo, 29 de diciembre de 2013

Historia simple del dolor

Este hoy que llora no admite verbos en mi luna.
Cicatrices de ámbar en el suelo gris. Una mecánica
extraña, de noches anfibias o de días sin nubes ni
alcanfor. ¿Será eso la juventud? No nací ayer, me dirás,
desde el azul de las hojas caídas. Mis latidos llegaron
a ser espejos o rombos en la historia de un enjambre.
Viví los amagos de la luz como un pájaro omnipresente
y limpio.¿Y qué si el atardecer de los magnolios arrodilló
su cerviz ante mi paso? Imagen, tras imagen hay un ejército
de salvas que no bendecirán mi latitud. Explora si puedes
como el náufrago que, ensimismado, recuerda los pasajeros
laberintos de cualquier ciudad. Un ojo triste te mira y sufre
por las efigies de una catedral sin mar, ¿abres un libro?
¿importa acaso la serpentina del tiempo? Recitas ese verso
innominado, el que no sabes ni nunca sabrás. Tu negación
es la tramoya que no bajará al artilugio de la piel, la que
en el sudor frío deja un racimo de flores inacabadas.


viernes, 27 de diciembre de 2013

24 de Diciembre

Este día que es como aquel otro
puntual, exacto. La misma lluvia,
idénticas palabras, similares regalos,
falsas argucias que hoy habitan mi
memoria. ¿Quién no está?, no lo sé
porque aquí no se habla del dolor
ni se hace de la ausencia un grito.
No es la casa familiar, es otra casa
sin recuerdos. Igual te ocurrirá a ti
cuando tu tiempo haya pasado y solo
seas la mitad de un poema.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Ecos de una comida casi familiar

Filigranas en el aire ejecutan las palabras.

Existe el orden anónimo que impone la costumbre,
existe el diálogo inverosímil que no asoma en las lenguas
como un deseo de libertad.

Cada comensal recibe el presente codificado del rito.

Brillan en sus manos los robustos cubiertos, las copas
perfiladas por la bendición de la alegría, teñidas
de vino rojo, de transparente agua.

Se habla de la imposibilidad del silencio o de los recuerdos
magnificados por la infantil experiencia del pensamiento único.

En los gestos se transmite un querer, a veces la desidia circular
de un reloj impasible, otras el regocijo de la multitud
y ese oasis de murmullos que va poblando
los zócalos de banalidad.

Se guardan las formas porque la educación bendice los estatutos
de este encuentro ocasional, sus ágiles metamorfosis de calor
o desdén.

Alguien recordará sus pasiones al contemplar la cicatriz de un rostro,
la comisura de un labio o la pupila de un sueño.

Mañana será otro día.







martes, 24 de diciembre de 2013

No sé porque reñimos. Cuando te vi de nuevo
preferí no hablarte. “Ya lo sé, hijo, fue culpa mía”
Detrás de los tubos, de los brazos ennegrecidos,
de tu mirada de madre, solo existía amor. “Quiero
que sepas que me equivoqué”, le dije. La abracé
como nunca antes lo había hecho. Al día
siguiente el doctor nos comunicó su muerte.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Noche de invierno

La humedad del signo sobrevive. No hay márgenes,
tampoco la canción regresa. Este mundo no habitó
la gimnasia de los días, fue marfil en osarios de cristal,
la singladura de un verbo desconocido y voraz. Es
la noche un abril de sombras, su ceniza incólume
ama la luna de los portales o el sonido de las
campanas viajeras. Después del mito llega
la pisada del animal corroído por la luz.
Luego el barniz imagina ojos en la palabra
que miran como un adiós. Suena la música
y calla el dolor ¿Quién arribará en las orillas
del tiempo, dulce y tenebroso, marino de los
ríos azules, que te han poblado o no? Nadie
responde porque la huella de los fantasmas
cría un sol en pisadas de invierno, en lluvias
de mácula, en catedrales de espejos cóncavos
como la infinitud de un iris. Gotas del azar
proscrito.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Hoy me apetece traer a este pequeño espacio uno de los poemas más conocidos de Claudio Rodríguez.

DON DE LA EBRIEDAD

Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo -esto es un don-, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

Alfonsina y el mar

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Siempre estaré aquí


Todavía se anuncia el verdor del manto
como un segundo de éxtasis.

El parque aprisiona la huella en latidos de memoria.

Alrededor, los insectos del músculo tallan su viaje
de relojes o artificios en la mañana fría.

Pienso en recuperar el sueño de las calles, la algarabía
de las noches sin paz, el suburbio de primaveras ocultas
en los jazmines del dulzor.

¿No percibes el símil del silencio,
rozado por autómatas, entre andamios ciegos,
casi como un náufrago que dilata el confín
esperando un sol inalcanzable?

Brilla el tiempo en las agujas de esta catedral perdida
-ya no sé cuando un rotar de ángeles descubrió mi longitud,
mi cadáver o la esfera de lo que no fui-.

Hay niños que escuchan las verdades de la luz.
Hay oscuros arquitectos de la infancia que disculpan
el extravío de quien no conoce las amables caricias
de la virtud.

Esta ciudad es un ejército de piedra, dócil como
un lagarto que amara la humedad de los días
invisibles.

Yo estaré aquí, siempre estaré aquí
con mi sombra de alas rojas, dibujándote
en el desliz, en la caricatura del cansancio,
en la historia inválida
que niega el mar.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Consejos para ser un buen héroe

A veces el destino es una higuera sombría, un tizón
de nieve en la caléndula. Un infante que ya dejó de ser
príncipe, la humildad de los alacranes, el rostro de una
ausencia en el mediodía. Basta el juego entre los mirtos,
el rigor de las fuentes, la música como núbil enigma o
prisión. No busques en los tesoros del azar tu nombre.
Porque tu nombre es ejemplo de bienvenida, eco de justicia,
sinsabor o locura.¿Crees acaso que el capricho fluye como
un don o responde a los ecos grises del dolor?. La victoria
no siempre brilla en el sol, en la belleza muere la sed de los ojos
como si nunca temieran la luz. Piensa en las hojas caídas,
en el cataclismo que un solo gesto es capaz de componer.
Y no viajes rumbo a la patria, sus muros han crecido
frente al mar como lenguas de tierra inconquistables.
Bajarán los dioses hasta la duna, allí la sangre se vuelve
ciega, el temor una sal que llora, el destino un animal
alado. Son los mimbres de la tragedia los que desdoblan
tu corazón, lava infame que no supo renunciar al solsticio.

domingo, 15 de diciembre de 2013

El vagón



¡Y es que el tren simbolizaba tanto!

La huida y el encuentro,
el viaje en si hacia la luz.

No enciende mi memoria el día, todo allí
fue noche, dibujo de palabras,
cántico de humo.

En la penumbra se alza tu voz, tu cuerpo insalvable
como un hallazgo o una mentira.

No hay razones que me hagan volver a la magia desnuda.

El tiempo roza la inutilidad del mensaje
ya lágrima, ya senectud.

jueves, 12 de diciembre de 2013

El hogar perdido

La fachada cruje igual que mis dientes sin sol. Dentro
las venas son largas como una cuadricula angosta.
Hay luz y memoria, juegos y caderas, días de orgullo
y fríos inviernos de paz. Él dice que el laberinto no
tiene espejos. Yo lo ignoro y señalo mi sombra en las
esquinas, en las molduras ciegas. Mi casa de muebles
rojos, mi casa de amapolas sin nombre, mi casa inválida
como un jazmín perdido.¿Quién desnudó las ventanas
bajo insomnios sin fe?. ¿Quién maquilló con la música
de los azules la herida circunspecta del azar? Que vuelva
el sonido de las voces sin mapa, su cicatriz escribe en las
paredes un confín. Poderosa es la luz de los eclipses,
también el eco de los narcisos. Que muera lo que ya
ha muerto de ti, que nos regale su corazón de humo
o su nada.

Hay piezas de música que parece que envolvieran los recuerdos. Una de ellas para mi es Desafinado

lunes, 9 de diciembre de 2013

Nada quiero saber de la máquina del tiempo

Vestir otro traje con su canesú inmóvil.

Un ojo blanco aterriza en la luz.

Las alegres divas del círculo juegan con mi sol hastiado.

Llueve en la horas del sinsabor, mientras el haz
de los faros perdidos arroja su aliento en la lujuria temprana.

No es la conciencia una flor sin mácula, su sombra transita
bajo el párpado de las calles pero vive y sobrevive
como un latido.

La juventud deriva en eco de plumas, sus pistilos fulgen
en las noches de cal, como soldados de azul
en un adiós de lágrimas.

Yo no sé del mercurio, ni del éxtasis ni tampoco de los viajes del azar.

Sólo mi cuerpo regresa a los confines del hambre y yo le sigo,
monstruo de luz.

La gimnasia de los párrafos aprendidos ¿quién soy yo, el corifeo,
el autómata, el golem o la fría secuencia de una piel ausente?

Muchos son los ríos que lloran por no elegir un sueño.

Hoy habito el marfil joven de la fábula
con sus rombos prohibidos
y sus escarapelas sin color.

En los cúmulos de la edad un hombre viaja, no diré quien ha sido
mi llave o mi muerte,
un si o un no,
sin quererlo
como dicen que todo pasa en la vida.

sábado, 7 de diciembre de 2013

La vida recobrada



Esta dirección o la otra, ¿quién sabe
de los caminos de la memoria si el alguacil
del tiempo escribe su latitud?

Esta boca fue murciélago(porque la noche azuleaba
en los hombros, en el labio proscrito o en el azúcar
de las horas).

Mis pasos son refugio de laberintos, mis pasos recuerdan
a los ágiles cometas en su bendición de criaturas
o destellos.

Vuelvo a los racimos de las luces sin patria, esa perdida
de sol en los efluvios del misterio, la desgana y el furor
del frenesí inútil en las alas plegadas.

No hay devenir de historias como no hay cánticos de fe.

Todo sigue aquí, la insobornable plaza de los ecos,
el río que vaticina un oasis de alcohol,
los ojos que acunan palabras igual
que una flor de brisa.

Cada tarde sin rompeolas, cada oráculo sin preguntas,
cada volar de caballos en mis silencios
sucumbió a la orilla blanca de tu gratitud.

¿Quién o qué recupera la glándula de ese latido de hojas secas,
furia del laúd o del saxofón que impertinente aúlla?

Créeme no son pantanos las afiladas cenizas del recuerdo.

Mis bares y mis rostros sin mar buscan el rumor de un náufrago
-tu estatura es un árbol perdido que alienta su tronco, un manantial
de uñas rojas que hieren vestidas de ausencia-.

Yo me encubro en ti, en tu ácida luz.



miércoles, 4 de diciembre de 2013

El desprecio

Dime porqué no hay un tesoro en el laberinto.
Porqué la introversión gime en las cavernas
del auxilio para ser reminiscencia de arrepentimiento
o quizás suburbial naufragio del porvenir. El adiós
se viste de guirnaldas, su raíz dobla la quimera,
hace un guiño a los espejos de la suerte. No sé
si la vida ha elegido tus alas frías o tal vez los caminos
lloren las sombras nunca pisadas, el vacío de la posibilidad
o la senectud del futuro. Nos cruzamos en las calles
que fueron nuestras, no miras, no adviertes el ronronear
de este reloj que aún te nombra. Te alejas sin hablarme,
sin decirme si el corazón se arrodilló en tu miedo o si
el desprecio fue cadáver de este soliloquio inútil.