miércoles, 4 de diciembre de 2013

El desprecio

Dime porqué no hay un tesoro en el laberinto.
Porqué la introversión gime en las cavernas
del auxilio para ser reminiscencia de arrepentimiento
o quizás suburbial naufragio del porvenir. El adiós
se viste de guirnaldas, su raíz dobla la quimera,
hace un guiño a los espejos de la suerte. No sé
si la vida ha elegido tus alas frías o tal vez los caminos
lloren las sombras nunca pisadas, el vacío de la posibilidad
o la senectud del futuro. Nos cruzamos en las calles
que fueron nuestras, no miras, no adviertes el ronronear
de este reloj que aún te nombra. Te alejas sin hablarme,
sin decirme si el corazón se arrodilló en tu miedo o si
el desprecio fue cadáver de este soliloquio inútil.

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