sábado, 17 de mayo de 2014

El sueño de existir



Uno piensa que se come el mundo,
pero no es así.

Uno deposita su cuerpo en lugares concurridos,
habla,
sonríe.

Como estéril atleta de la estirpe
se emociona sin querer,
confía en que su don
apenas real
le salve.

No sé en que mes las huellas de los taxis
se rebelaron para ser lejanía;
mi voz y mi iris,
mi latitud de náufrago,
mi soliloquio que hiere,
mis edades sin nacer.

Todo lo que el día va esculpiendo como luz ágrafa
me seduce
con sus besos de calor
y su aire inmortal.

Aquí no hay confín ni espesura,
el horizonte vive en los semáforos,
en sus guiños como faros de isla,
en su neón que azulea los pliegues de la nocturnidad
y desnuda el candor
con la rutina y el desdén.

Que aún me ame tu silencio
como eje o candil.

Que seamos
juntos
la locura
o el sueño
de existir.




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