jueves, 13 de noviembre de 2014

Aquel niño

Ella nunca habló del color, no dijo si era gris
el silencio o azul la melancolia de los espejos.
Su boca de nube, su edad de mariposa, su vuelo
de pasillos fértiles floreció como un jardin de mar.
Ya lo sé, no hay plantas ni nenúfares, ni corolas
ni serpientes, ni pétalos desvaídos ni tampoco
un abril desmayado en la fiebre de la nocturnidad.
Mi hogar permanece a la espera de un sello, una
huella o un perdón. La luz o las luces, dias y noches,
cristales viejos que reposan como solitarios jinetes
de la memoria inválida. Soy yo quien anuncia
la verdad, soy yo el paso, las paredes rugosas,
los cuadros y su eterna desnudez, el don de los
fantasmas que visitaron la historia, la casa, su
eco de brillantes láminas. Estoy aqui, bajo este
núcleo de sol que trae el dia, recordando antiguas
telarañas, libros caidos o palabras que han volado
hacia el ayer y respondo a mi cansancio con
las horas lúcidas que pase siendo el niño que
compró un balón o un misterio, febril alegría
del tiempo inusual que ha roto las vitrinas
de ese círculo al que llamamos vivir o madurez,
o quizás, simple predisposición a la muerte.

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