lunes, 3 de noviembre de 2014

Secretos

Esa complicidad de juegos e historias,
de círculos que asombran
los caminos de la costumbre.

Seis o siete nadas,
pitillos encendidos,
claves y nostalgia
que sobreviven a la imperfecta secuencia del tiempo.

Y es que aún estás aquí,
con tu rostro en el desliz de un auricular,
o en una ventana que gime
o en el adiós de la primavera
que ha dejado un rosal en tu nieve.

Pequeñas cosas que aman los pasillos,
la clandestina sequedad de una tarde
que ha sido en sus orillas húmeda
como un deseo.

Juntemos pues la caligrafía,
el conjuro, el silogismo,
la prefectura de un oráculo,
el galimatías
o los espejos que oyen.

Que sude el invierno un eco misterioso,
que crezca el árbol que nunca murió,
vergel de horas
que han sabido ser llama
en la memoria de un niño que atisba.

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