jueves, 4 de diciembre de 2014

La huida

Le debo al frio un mapa sin regreso. Aquel
tren era una pregunta o un armisticio o un
souvenir que abrumaba mis bolsillos. Cien
o mil luces- porque la huida va dejando
llamas como antorchas caidas, señuelos
del destino que se quiere ciego- hacia mi
como un ejército de serpentinas de luz
y atmósfera, de puntos cardinales que no
reconcozco. En la ciudad todavia existen gallos,
gritos nocturnos que fingen la hermandad
de soliloquios heridos. Pero aqui estamos, tú
con las espuelas del cowboy, yo con la rigidez
del alambre que recupera la electricidad de la
duda. Y es que en mi los ejes han descubierto
las llaves de la libertad, casi como un murmullo
o una fe encendida en cualquier navidad rota.
Este dia calla porque es aventura y sol, lumbres
imperfectas en los teatros, en las cúpulas,
en el suelo que holla la paloma vencida.
Allá donde las islas ya no son islas, un
canto de esperanza alegra la noche y se
vuelven las máscaras risa y lloran los
anuncios cuando mi cuerpo alcanza
su transitoria verdad y me encumbro
sin querer, latido de vida, oasis que
recordara nombres y esferas, piel
y sudor, la inmarcesible sed del deseo.

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