jueves, 29 de enero de 2015

La plaza mayor

Antes de llegar se fueron los pájaros
(y las rosas y quizá, también, la última espada).

Sólo me fijo en ese punto
en que la memoria finge ser cuerpo
y alimenta suaves ecos de palabras
en cualquier rincón o enigma.

Primero el cristal, espejo de fábulas.
Después la sombra que no es sombra,
son siglos, maduros como vid,
ebrios de astas y cruz.

Me busco, soportal a soportal,
en el ojo oscuro de una buhardilla,
en la música hospitalaria de una guitarra infinita.

Y hay dibujos que yo no he visto nunca en mis ganas
y dos torres iguales al sueño de Ginebra
cuando Arturo, inconsciente, no admite su delirio.

Yo cuento los pasos
y presiento que existe un jardín sonoro
porque el caballo mueve los ijares
y la figura tiembla como herida de silencios.

La plaza tiene bocas y vestidos,
la plaza arrulla su victoria quieta.

lunes, 26 de enero de 2015

Días de brujas y tránsito

Así se abren las obleas del deseo. Tu reloj como
un devenir amargo, las orillas de este mar taciturno,
el eco de las copas en altivos árboles sin pasado.
Yo te digo: un candor, vuelve, regresa, es. Sé la luz,
el oido, el ritmo y la mecánica de este alud que
conmueve. Traza el dibujo que ignoras en el aire
como un arabesco sin memoria, igual que los dones
de los pájaros antes de ser vuelo. Y no preguntes por
los rojos ni invadas el color con dalias invisibles,
tu manto es niebla en los rótulos, noche sin ambición,
la llama en el cristal que muere en su cobardia. Mi voz
pregunta a las gárgolas y teme su risa, su histriónica
sed de grifo ambidextro. Hoy llueve y mañana lloverá
porque los cielos engendran rios de penumbra que
ambicionan el iris de las niñas perdidas. Como tú que no
has llorado al saber que los destinos son ojales de música
y dulzor, flechas cuyo desvio nace al nombrarlas desde
un ayer que ha perdido su inocencia. Mi rumor batalla
en las columnas de este transcurrir llamado edad, el agua crece
y en las baldosas un dios murmura: lo líquido es un nombre,
una vida o un sueño
. Lástima de los dias invencibles,
lástima del aliento que se gasta en la duda, lástima
de ser yo el náufrago que perdió su fe, su corazón
o su alquimia. Bienvenido sea lo que ignora su raíz
y sobrevive al horror para contar lo que no existe.

Fragmento de "Las moscas" de Augusto Monterroso

"Hay tres temas: el amor, la muerte y las moscas. Desde que el hombre existe, ese sentimiento, ese temor, esas presencias lo han acompañador siempre. Traten otros los dos primeros. Yo me ocupo de las moscas, que son mejores que los hombres, pero no que las mujeres. Hace años tuve la idea de reunir una antología universal de la mosca. La sigo teniendo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que era una empresa prácticamente infinita. La mosca invade todas las literaturas y, claro, donde uno pone el ojo encuentra la mosca. No hay verdadero escritor que en su oportunidad no le haya dedicado un poema, una página, un párrafo, una línea; y si eres escritor y no lo has hecho te aconsejo que sigas mi ejemplo y corras a hacerlo; las moscas son Euménides, Erinias; son castigadoras. Son las vengadoras de no sabemos qué; pero tú sabes que alguna vez te han perseguido y, en cuanto lo sabes, que te perseguirán para siempre. Ellas vigilan. Son las vicarias de alguien innombrable, buenísimo o maligno. Te exigen. Te siguen. Te observan. Cuando finalmente mueras es probable, y triste, que baste una mosca para llevar quién puede decir a dónde tu pobre alma distraída."

domingo, 25 de enero de 2015

La plenitud del amor

En ti se abria el haz como un símbolo.

La mitad de tu cuerpo enseñoreaba las luces,
el arranque del parasol perdido
en el corazón por descubrir
de la niebla.

Ese es el principio,
una duda que crece en los hogares azules,
el hambre de una memoria joven
sin alguaciles ni perdón.

Sí,
libres en la sombra de los ojos cansados,
en los soportales bendecidos por la lluvia,
en el robusto vientre de la noche.

Detrás de la bondad, el amor se agita en olas o en luz,
da igual si su mapa es la fe de los relojes
o el furor oscuro del destino.

¿Volverás al recibidor donde la magia atisba
el silencio que no hablaste, la dormida piel
que de pronto envejece?

Hay caminos que no encuentran la dicotomía
de una pérdida, el abrazo imperfecto de la culpa,
los terribles aullidos de la ausencia.

Hoy que las hojas duermen al fin su estío
pienso en el temblor de aquellos dias de luz inacabable,
en el mar tempestuoso, en el fruto de una piel
entregada al delirio, en el sexo que brilla
como un jardín que tú has poblado.

jueves, 22 de enero de 2015

martes, 20 de enero de 2015

Fragmento de "La casa tomada" de Julio Cortázar

En las tardes no había cosa que disfrutará más que ver a Irene con esa destreza increíble que poseía su hermana en el arte de tejer, sumergiéndose, observando, como las agujas se balanceaban, chocaban y hacían esas lindas prendas, calificadas por él como hermosas. La casa tenía dos puertas, en la primera se entraba del zaguán hacia el living, donde se encontraban los dos dormitorios de ellos y luego la segunda puerta de roble fuerte y segura, la cual conducía a la segunda ala, por un pasillo para el otro lado de la casa parte donde se encontraba el baño y la cocina. Al doblar se encontraba con la parte más grande. Si la puerta de roble no se abría parecía como si fuera un pequeño apartamento.Una noche, mientras Irene tejía en su dormitorio y él se dirigía a calentar agua para el mate. Al caminar por el pasillo después de la puerta de roble hacía la cocina se escuchó un ruido proveniente del comedor o la biblioteca. Era un sonido sin precisión y seco, como el caer de una silla sobre una alfombra, repitiéndose seguidamente en el fondo del pasillo hasta alcanzar la puerta. Él asustado se apoyó contra la pared y corrió hacia la puerta, cerrándola, con la suerte que la llave estuviera de su lado, poniéndole el cerrojo para más seguridad. Contándole a su hermana lo sucedido y entre el susto, la casa había sido tomada.

El presente

Puede que quieras conservar lo frágil
como un crepúsculo que habitara tu piel.
Puede que las palabras aún existan en el río
de la extrañeza, en el corazón del suburbio
innoble. Nunca dejes el final por el principio,
el hoy teje sabiduria en los confines del miedo,
te ampara, te oye.

jueves, 15 de enero de 2015

Tu vida es mucho más que tu vida

Hay pocas cosas que de verdad importen:
la primera vez que aulló la traición, el instante
en que la magia te cubre con el amor y el deseo,
la solidez de un pensamiento que ha llorado su luna,
el azul en un rostro que será rama de tu raíz inhóspita,
el sonido del mar, la flor, tu piel tras un rubio resplandor.
Ese niño o esa niña que son inocencia, razón o no
de un pasado que amas, porque sin ti la vida sería
otra, porque sin ti, tú ya no serias luz.

miércoles, 14 de enero de 2015

Fragmento de " El tambor de hojalata" de Gunter Grass

" Pues sí: soy huésped de un sanatorio. Mi enfermero me observa, casi no me quita la vista de encima; porque en la puerta hay una mirilla; y el ojo de mi enfermero es de ese color castaño que no puede penetrar en mí, de ojos azules. Por eso mi enfermero no puede ser mi enemigo. Le he cobrado afecto; cuando entra en mi cuarto, le cuento al mirón de detrás de la puerta anécdotas de mi vida, para que a pesar de la mirilla me vaya conociendo. El buen hombre parece apreciar mis relatos, pues apenas acabo de soltarle algún embuste, él para darse a su vez a conocer, me muestra su última creación cordel anudado. Que sea o no un artista, eso es aparte. Pero pienso que una exposición de sus obras encontraría buena acogida en la prensa, y hasta le atraería algún comprador. Anuda los cordeles que recoge y desenreda después de las horas de visita en los cuartos de sus pacientes; hace con ellos unas figuras horripilantes y cartilaginosas, las sumerge luego en yeso, deja que se solidifiquen y las atraviesa con agujas de tejer que clava a unas penas de madera. Con frecuencia le tienta la idea de colorear sus obras. Pero yo trato de disuadirlo: le muestro mi cama metálica esmaltada en blanco y lo invito a imaginársela pintarrajeada en varios colores. Horrorizado, se lleva sus manos de enfermero a la cabeza, trata de imprimir a su rostro algo rígido la expresión de todos los pavores reunidos, y abandona sus proyectos colorísticos. Mi cama metálica esmaltada en blanco sirve así de término de comparación. Y para mí es todavía más: mi cama es la meta finalmente alcanzada, es mi consuelo, y hasta podría ser mi credo si la dirección del establecimiento consintiera en hacerle algunos cambios: quisiera que le subieran un poco más la barandilla, para evitar definitivamente que nadie se me acerque demasiado".

Lluvia de invierno



Agua, agua, agua, en el sol permitido
de tu humedad, en el crepúsculo de gotas
que sudan nieve tras el álgido rebumbio
de una noche
fría.

Quizá la mentira sea sólo un desliz,
quizá las huellas de tu sed blanca
o el horror de tu carmín de jueves
viajen para ser un círculo
en las losas siempre fugitivas
del ayer.

Hay calles sin memoria,
porque no imaginan el mercurio del silencio,
su luz ofrece la caricatura de un eco
y almacenan un dia de amigos,
un calor de tactos
y palabras.

No volver al oido que sufre
ni tampoco al ejército de plazas
que quieren abrazar tu miedo
(recuerdas el trono donde leías los versos de la muerte
o las razones para vivir otra vida).

El amanecer llega con imágenes de mármol
a tu laberinto fértil, en el arbitrio de su exactitud
te reconocerás, silenciosa, múltiple,
casi una caricia sin geometrías
bajo esta lluvia que te ampara
lejos de ti, de lo que hoy revierte
en luces de asombro, de pérdida,
de preguntas que para siempre
serán ciegas.

Cuando tu recuerdo vuelva al símil
en los gongs sonará
el callado ejercicio de la nada.




sábado, 10 de enero de 2015

Fragmento de "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad

" La tierra parecía algo no terrenal. Estamos acostumbrados a verla bajo la forma encadenada de un monstruo dominado, pero allí, allí podías ver algo monstruoso y libre. No era terrenal, y los hombres eran... No, no eran inhumanos. Bueno, sabéis, eso era lo peor de todo: esa sospecha de que no fueran inhumanos. Brotaba en uno lentamente. Aullaban y brincaban y daban vueltas y hacían muecas horribles; pero lo que estremecía era pensar en su humanidad -como la de uno mismo-, pensar en el remoto parentesco de uno con ese salvaje y apasionado alboroto. Desagradable. Sí, era francamente desagradable; pero si uno fuera lo bastante hombre, reconocería que había en su interior una ligerísima señal de respuesta a la terrible franqueza de aquel ruido, una oscura sospecha de que había en ello un significado que uno -tan alejado de la noche de los primeros tiempos- podía comprender. ¿Y por qué no? La mente del hombre es capaz de cualquier cosa, porque está todo en ella, tanto el pasado como el futuro. ¿Qué había allí, después de todo? Júbilo, temor, pesar, devoción, valor, ira -¿cómo saberlo?-, pero había una verdad, la verdad despojada de su manto del tiempo. Que el necio se asombre y se estremezca; el hombre sabe y puede mirar sin parpadear. "


Me desconozco

Apenas recorrido, el día muere.
En otro tiempo la piel nombraba
horizontes ignorados, un mar sin
patria en el azul perdido. Hoy parece
que las botas de la luz y del ayer
no fueran mías, que la memoria
no encontrara su virtud más allá
de mis palabras sin destino, que
cada hora palideciera como un lobo
asustado en la quietud o la desidia.

martes, 6 de enero de 2015

Tu recuerdo

Para qué me sirvió la palabra, el corazón entregado.
Pasan los trenes como virgos sin ayer, la ciudad
inhóspita se adorna con monstruos y fantasía.
Pero yo aún quiero la verdad de un sí en tus
ojos que fluyen. Puede ser que un instante
no ambicione el regreso, puede que los rastros
de un mantel imploren la oración desmembrada
del renuncio. Sólo son caricias que han nevado
en el soplo triste de la fatuidad. Otros caminos
lloveran en tu nombre, una equis de misterio
aún te salva cuando el cuerpo que has sido
vuelve a mi, calle arriba como un mensaje
otoñal en este agosto invertido.

domingo, 4 de enero de 2015

Aquellos dias

Se fueron los días del abandono como briznas
de un metal furtivo. En su lugar los cuerpos
aprenden la memoria de los otros, su linea
múltiple. Se fueron los días del juego y las mentiras,
del calor y la mansedumbre. Los días que gozaron
de un sol sin lágrimas en la plenitud del mar
o en el paraiso de los bosques. Mi verdad
fluye desde las alas y no encuentra razón
en los espejos que derrotan la luz. Su calidez
es un trompo que infringe la cadencia natural
de los relojes, los desnuda como un águila
que trajera al hoy el rescoldo siempre vivo
de un recuerdo.

sábado, 3 de enero de 2015

El pasajero



Si pudieras contar las baldosas impares,
si una mañana de impaciencia mi cuerpo
no entendiera la marcha uniforme de mis
dias. Si después de la nube o del cansancio
o del hambre no giraran los planetas del deseo;
yo no sabria donde estaria mi luz, en qué suburbio
indomable aterrrizó este barco que añora las islas
infinitas, el mar perdido. Ya no sé si la edad
rompe en murmullos tras los silencios del cristal,
sé que cada dia de cada dia una sombra invita
a las paredes, a las persianas encendidas, al vidrio
múltiple de las caras aviesas a que pronuncie
el misterio de cualquier pensamiento volátil.
Y es que solo soy un pasajero en la mullida niebla,
un huésped del sol que recibe alegre el color de los
lirios o de las prendas que se abren al claror como
flores de un sueño. Y vivo detrás de las mamparas
igual que un destino por descubrir y pienso en
los laberintos de este parque que llora sin saber
que mis pisadas son el rumor de unas alas que
se alejan. Nunca olvidaré la raíz de estas calles
que me llevan rumorosas a la cálida presencia
de la piedra. Bajo un sol improbable mis labios
crecen y son las palabras argumentos que flotan
libres junto a las rejas de este edificio sin memoria.
Me gusta vivir en los intersticios como una lagartija
que huye o un perro que olvido su ser. Siempre
volveré a la luz, siempre a ti o a tu huella, al beso
que la luna ignoró antes de saberse luna.

viernes, 2 de enero de 2015

Fragmento de "Tiempo de silencio" de Luis Martin Santos

De este modo podremos llegar a comprender que un hombre es la
imagen de una ciudad y una ciudad las vísceras puestas al revés de un
hombre, que un hombre encuentra en su ciudad no sólo su
determinación como persona y su razón de ser, sino también los
impedimentos múltiples y los obstáculos invencibles que le impiden
llegar a ser, que un hombre y una ciudad tienen relaciones que no se
explican por las personas a las que el hombre ama, ni por las personas
a las que el hombre hace sufrir, ni por las personas a las que el hombre
explota ajetreadas a su alrededor introduciéndole pedazos de alimento en
la boca, extendiéndole pedazos de tela sobre el cuerpo, depositándole
artefactos de cuero en torno de sus pies, deslizándole caricias
profesionales por la piel, mezclando ante su vista refinadas bebidas tras
la barra luciente de un mostrador. Podremos comprender también que la
ciudad piensa con su cerebro de mil cabezas repartidas en mil cuerpos
aunque unidas por una misma voluntad de poder merced al cual los
vendedores de petardos de grifa, los hampones de las puertas traseras de
los conventos, los aprovechadores del puterío generoso, los empresarios
de tiovivos sin motor eléctrico, los novilleros que se contratan
solemnemente para las capeas de los pueblos del desierto circundante,
los guardacoches, los recogepelotas de los clubs y los infinitos
limpiabotas quedan incluidos en una esfera radiante, no lecorbusiera,
sino radiante por sí misma, sin necesidad de esfuerzos de orden
arquitectónico, radiante por el fulgor del sol y por el resplandor del orden
tan graciosa y armónicamente mantenido que el número de delincuentes
comunes desciende continuamente en su porcento anual según las más
fidedignas estadísticas, que el hombre nunca está perdido porque para
eso está la ciudad (para que el hombre no esté nunca perdido), que el
hombre puede sufrir o morir pero no perderse en esta ciudad, cada uno
de cuyos rincones es un recogeperdidos perfeccionado, donde el hombre
no puede perderse aunque lo quiera porque mil, diez mil, cien mil pares
de ojos lo clasifican y disponen, lo reconocen y abrazan, lo identifican y
salvan, le permiten encontrarse cuando más perdido se creía en su lugar
natural: en la cárcel, en el orfelinato, en la comisaría, en el manicomio,
en el quirófano de urgencia, que el hombre –aquí- ya no es de pueblo,
que ya no pareces de pueblo, hombre, que cualquiera diría que eres de
pueblo y que más valía que nunca hubieras venido del pueblo porque
eres como de pueblo, hombre.