domingo, 26 de julio de 2015

La fiesta

Dentro del laberinto el sueño pasa.

Un círculo de sentidos
recuerda la semilla de las calles,
el leve perfume de un río hospitalario,
la multiforme caricia de las fachadas.

Como si nunca las hormigas conocieran su vigor escarlata,
bajo el rebumbio de las tómbolas de feria,
junto al espejo que el ritmo enciende
en los corazones olvidados,
más allá de la inquietud dormida
que planea en los rostros encendidos,
yo ignoro lo que vendrá.

Desde la penúltima terraza
cuando la noche llama a la noche
con cascabeles precavidos
como gatos que esperan en la mitad de su iris
el compromiso, la madurez de pieles sin luz
en la hondonada de la música y su cobijo;
yo dibujo una sombra sobre otra sombra
y callo
y confieso mi pérdida
o mi nada.

miércoles, 22 de julio de 2015

Inicio de "Don Juan" de Gonzalo Torrente Ballester



"Acaso exista, en Roma, algún lugar tan atractivo para cierta clase de personas como en París los alrededores de San Sulpicio; pero yo no he estado nunca en Roma".

martes, 21 de julio de 2015

También es tu ciudad

Este mar fallece en las olas invisibles,
en el haz que un faro abandona, en la
historia de la luz bajo un farol roto.
Cada ciudad habita un red de venas
azules sin preguntar por su sello ni
abrir la conciencia de su raíz límpida.
Cuando vuelvas sólo oirás el cándido
eco de una llaga, que no sea nunca en
ti el adiós.

Los objetos

Hay una rutina inverosímil en cada objeto,
una duración que no ha pedido ser,
una permanencia que contradice
la raíz y el don de fluir.

Alrededor mi carne es tránsito
que da vida a la casa
porque los recuerdos invaden
con su telaraña maliciosa
la quietud fría
de la materia.

Si miro la fragilidad de la porcelana,
el cristal y sus aristas,
la majestuosidad de las figuras de caoba,
el lapislázuli irisado,
los souvenirs de piedra oscura,
las camisetas con dibujos de dragón,
las fotografías en países sin memoria
ni identidad; todo lleva como una orla mi vivencia,
mi paso volátil entre los días
que una vez fueron piel y verdad
en la encrucijada del deseo.

¿Por qué, entonces,
apenas me fijo en su curvatura,
en su peso y sus formas,
por qué siempre es el sonido,
la urgencia, la inmediatez de los vicios diarios
quienes absorben la energía débil del futuro?

Hoy, sin embargo, existe un tiempo que vaga
junto a la objetividad simple de las cosas,
les da razón, las convierte en camino poblado de risas
y de amor, de experiencia instalada en la sangre
como un retrato inmanente, como una huella
de pálpitos que se hace oír con su trote imaginario,
con su voracidad por recobrar la fe perdida.

Los objetos me salvan de mí,
son el territorio que destruye la prisión del existir
con sus alas de adiós, con la claridad nunca estéril
de un sol interior que se sabe tan eterno como mi ser,
tan real como este presente
que tan a menudo me niega.

sábado, 18 de julio de 2015

Once confesiones al padre

I
La palabra entre los dos es un círculo roto.

II
¿Quién puede gobernar el miedo
desde los pilares de la justicia?

III
Desconocer la piel
es no conocer lo simple.

IV
Hay pasos que siempre son de ida,
hay mariposas que jamás se dirigen al sur.

V
Tu sombra se aleja como un témpano
en el calor de la tarde.

VI
Tu rotundidad se escribe en los diarios,
en las manos que se posan sobre hombros ajenos,
en la lectura de libros irreales
bajo cúpulas abstractas.

VII
¿Y si vuelve el hilo a ser madeja de amor,
semilla en la longitud
de este árbol desahuciado?

VIII
Quien mira en lo próximo
sabe que la luz crece
en los metros cuadrados del susurro.

IX
Puede que en ti
aún exista la bondad
de los hombres mínimos.

X
Tan mínimos como el universo de los rincones azules,
confín de estrellas, emoción que late
en la cercanía del amor.

XI
Hoy tus hijos te escriben
desde la caricia olvidada.

Inicio de "La peste" de Albert Camus

"Los curiosos acontecimientos que constituyen el tema de esta crónica se produjeron en el año 194... en Oran. Para la generalidad resultaron enteramente fuera de lugar y un poco aparte de lo cotidiano. A primera vista Oran es, en efecto, una ciudad como cualquier otra, una prefectura francesa en la costa argelina y nada más. La ciudad, en sí misma, hay que confesarlo, es fea. Su aspecto es tranquilo y se necesita cierto tiempo para percibir lo que la hace diferente de las otras ciudades comerciales de cualquier latitud. ¿Cómo sugerir, por ejemplo, una ciudad sin palomas, sin árboles y sin jardines, donde no puede haber aleteos ni susurros de hojas, un lugar neutro, en una palabra? El cambio de las estaciones sólo se puede notar en el cielo.La primavera se anuncia únicamente por la calidad del aire o por los cestos de flores que traen a vender los muchachos de los alrededores; una primavera que venden en los mercados. Durante el verano el sol abrasa las casas resecas y cubre los muros con una ceniza gris; se llega a no poder vivir más que a la sombra de las persianas cerradas. En otoño, en cambio,un diluvio de barro. Los días buenos sólo llegan en el invierno".

lunes, 13 de julio de 2015

Fragmento de "Una temporada en el infierno" de Arthur Rimbaud


" Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que todos los corazones se abrían, en el que todos los vinos se escanciaban.Una tarde, senté a la Belleza en mis rodillas. - Y la encontré amarga. - Y la cubrí de insultos.Me armé contra la justicia. Escapé. ¡Oh brujas, miseria, odio: a ustedes les confió mi tesoro! Logré que se desvaneciera en mi espíritu toda la esperanza humana. Sobre todo la alegría, para estrangularla, salté como una fiera, sordamente".

Tarde de otoño

Nadie puede equivocarse
cuando camina tantas veces
entre columnas,
pilares, árboles
que guardan una simetría atroz.

Ni siquiera la lluvia
va a borrar el mapa de abril
ni las hojas tristes del invierno
volarán hacia otra ruta
que no sea el cálido eco del ayer.

A menudo te veo en el mismo parque
con la lectura indescifrable del silencio.

Hay un ángel sin rodillas
que cubre tu atmósfera de monja núbil.

En fin, son imaginaciones mias
las lineas donde escribes tu sonrisa,
lo mismo que los pájaros
cuando agitan sus alas
ante el temblor de la alegría.

Estas calles roban al sol su símbolo,
se estrechan igual que laberintos
que besaran mejillas inalcanzables.

A veces la luz crepita en las gotas
y crea simulacros de amores encendidos
que imaginan la penumbra
en futuros ignotos.

Y es fácil comprender
cuál es el episodio
que navega en los párpados del devenir.

Surge el brillo en baldosas sin nombre,
yo escucho las oraciones de este viernes lánguido,
mientras pienso que no existen otoños
en la humedad de mi ansia.

Alli vive el resplandor
de los dieciséis años cumplidos.

viernes, 10 de julio de 2015

La pitonisa

Tus ojos son blancos, Casandra.

Recuerdo tus rizos,
tus mejillas sin nubes,
tu mirada inalcanzable
al orgullo y la muerte.

Es fácil cuando se conoce la verdad,
es fácil el designio, el verbo tránsido,
las rosas sin fin como luz herida.

No llores aunque la plata desnude tu nombre,
no pienses en la memoria del sol,
tu fantasía de relámpagos,
de brillo y dulzor.

Tú sabes que es un cataclismo la claridad perfecta
y sabes que no existe otro reloj
que la saeta que adivina
la duda grave de un corazón.

Caerán las murallas,
la cicatriz de tu hermano será júbilo
en otra piel de conchas y mar,
en el occidente de un imperio,
en la gravedad de la caída.

¿Quién conforma tus silabas,
a qué ave negra sucumben tus oráculos
de grito y dolor?

Nada, nadie(quizá el titere que ambiciona las islas
o la lucidez de un destino sin raiz ni sueños)
podrá elegir la calavera
de este tiempo de dagas invisibles,
de sudor en los patios
de una clarividencia
que no ha encontrado aún
su ayer victorioso.

jueves, 9 de julio de 2015

Inicio de "La metamorfosis" de Franz Kafka.

"Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos".

lunes, 6 de julio de 2015

La infancia



Tus recuerdos son los recuerdos de otro.

Porque has sido paisaje,
ciudad verde, mar,
un eco oscuro en pasillos rotos.

Nunca se aprende a huir
sobre las olas de la vida.

Así, lo ingrávido juega bajo camillas redondas
o escribe en la corteza de un balón
los designios de la piel,
la amargura de la inconsciencia
de ser pájaro en la luz.

No existió invierno en los pliegues del dia,
no amaneció el dolor en las sábanas revueltas,
no pesó el frío de saberse tenaza
en los colmillos de la responsabilidad.

La infancia usa jerseys gastados,
botas a las que crecen plumas,
manos que acarician la sensatez
de lo efimero.

Y la música que recita palabras de amor
o susurros que envilecen el odio
o rimas que sostienen la ilusión
de una esperanza en las pupilas.

Entonces aprendí que un sur vive
en el corazón de la muerte.

Un sur que son palomas púrpura,
risas y agua fértil,
bicicletas que viajan entre nubes de candor
hacia el prodigio del recuerdo
que yace en mi
como una historia sin final.

Ya no importa que el azogue lo desmienta,
la máscara de un niño
todavía ve su raíz.

domingo, 5 de julio de 2015

La felicidad es una pompa de jabón

Yo sé que mi ciudad no te conoce,
porque jamás el oasis de tus piernas
surcó su luna en los dias
del mercurio.

Pero yo sí sé de ti, me bastó el anuncio
sin banderas de tu cuerpo frágil
mientras las horas clamaban
la absurda ceremonia del ángelus.

Te nombré espiga,
mano que endereza las olas,
inteligencia en habitaciones
que nunca oyeron tus sueños.

Y sentí el frío de tu falda plisada,
la blusa y el carmin,
la levedad de una gota en el silencio,
la inquietud de abrirse a los espejos
como una niña sin hogar
ni pasado.

Ah! si, los pubs recuerdan el abrazo de tu sombra,
aquellas palabras que el susurro multiplicó
bajo la luz de azules bombillas
en la madrugada del estío.

Aún siento la cálida espuma
como una sonrisa entre el humo y las copas,
aún vuelven a mi tus rizos
de paloma fatal
brillantes en el cosmos
de mil aullidos sin patria.

Ser feliz es un temblor que nadie ha previsto,
en la llama, en la nube, en el tránsito de un mar
que ya no existe.

Hoy te evoco como se evoca a la locura.

sábado, 4 de julio de 2015

Maria Casares y Albert Camus



"Durante la época en que conoció a María Casares, el autor de El malentendido abandonó Combat y dejó el periodismo activo. Por esas mismas fechas, Gérard Philippe encarnó con éxito su Calígula. Esta ruptura gradual con el comunismo soviético lo condujo también al distanciamiento con Sartre —“un seductor inteligente”, según María Casares—. Sartre apoyaría los procesos de Moscú, mientras Camus los rechazó, criticando al filósofo por su complicidad con el totalitarismo ruso, ya por aquel entonces culpable de millones de muertos. A consecuencia de esta postura, Camus sufrió un aislamiento cada vez mayor por parte de la izquierda francesa.

En el estudio de la calle Vaneau, María Casares y Camus intercambiaron ideas y proyectos. Él le hablaba del implacable sol mediterráneo, mientras ella le describía las brumas y las lluvias lacerantes de su oceánica Galicia, donde su padre había sido declarado por el nuevo régimen franquista como “no nacido”. Allí en aquel estudio se encontraron dos isleños, dos extranjeros, dos exiliados del mundo, y su pasión surgió de este destino compartido, de esa conciencia de los males que la propia humanidad se inflige constantemente a sí misma. A la pasión amorosa inicial Camus impuso sus contradicciones (él era el primero en denunciarlas) y fidelidades. Unas y otras no condujeron a buen puerto esta unión que, intelectual y amistosamente, siempre permaneció firme. La muerte violenta y repentina del autor de La peste, en 1960, supuso un duro golpe para la actriz. En aquel momento, él tenía 47 años y María, 36. María habla en sus memorias de amputación. A través de Camus, María había comprendido el alma de su país de acogida. Galicia, España, Francia, se fundirán en las páginas finales de Residente privilegiada, un libro de memorias excepcional. El destino se encargó de reunir a tres seres muy poco habituales: a Santiago Casares Quiroga, a María Casares y a Albert Camus, anfitrión de lujo de estos náufragos republicanos que supieron mantener el honor y la dignidad de la España peregrina".

viernes, 3 de julio de 2015

Vinícius de Moraes, Toquinho e Maria Creuza - A Felicidade (La Fusa)

Viaje a ninguna parte



El lugar existe aunque las máscaras no hablen.

Vi la semilla de casas sin ser,
esqueletos que son abanicos
de cristal y atmósfera.

Y sin embargo hay huellas de suburbio,
campanarios sin sol,
gatos que ambicionan un beso.

Y rutas sin memoria
con nogales que arrodillan sus ramas
sobre las ubres de bicicletas ágiles
en un agosto benévolo.

Pero no es el dia el que vive en las hojas,
sube el auto sin preguntas
hacia el signo de los arcos innobles,
hacia el crepitar de las zarzas,
hacia la rotundidad de la piedra muda.

Y es el verde el ovillo de un río fértil
-la limpia pulcritud de los muros
se alza como un abrazo
a la servidumbre del molino,
al aire en las espigas doradas-.

Nunca el regreso a la raiz guarda incólume la verdad.

Perderse entre heridas de llagas y silencio
(baja el surco de esta carretera perdida
hacia el latido de los faros invisibles).

Nace un eco en mis pupilas
y no adivino su canción,
su árbol
ni su sombra.

jueves, 2 de julio de 2015

Fragmento de "Humano demasiado humano" de Friedrich Nietzsche


" Quien ha alcanzado la libertad de la razón, aunque sólo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra como un caminante, pero un caminante que no se dirige hacia un punto de destino pues no lo hay. Mirará, sin embargo, con ojos bien abiertos todo lo que pase realmente en el mundo; asimismo, no deberá atar a nada en particular el corazón con demasiada fuerza: es preciso que tenga también algo del vagabundo al que agrada cambiar de paisaje. Sin duda ese hombre pasará malas noches, en las que, cansado como estará, hallará cerrada la puerta de la ciudad que había de darle cobijo; tal vez incluso como en oriente, el desierto llegue hasta esa puerta, los animales de presa dejen oír sus aullidos tan pronto lejos como cerca, se levante un fuerte viento, y unos ladrones le roben sus acémilas. Quizá entonces la terrible noche será para él otro desierto cayendo en el desierto y su corazón se sentirá cansado de viajar. Y cuando se eleve el sol de la mañana, ardiente como un airado dios, y se abra la ciudad, puede que vea en los ojos de sus habitantes más desierto, más suciedad, mas bellaquería y más inseguridad aún que ante su puerta, por lo que el día será para él casi peor que la noche. Es posible que a veces sea así la suerte de este caminante. Pero pronto llegan, en compensación, las deliciosas mañanas de otras comarcas y de otras jornadas, en las que desde los primeros resplandores del alba, ve pasar entre la niebla de la montaña a los coros de las musas que le rozan al danzar; más tarde sereno, en el equilibrio del alma de la mañana antes del mediodía y mientras se pasee bajo los árboles, verá caer a sus pies desde sus copas y desde los verdes escondrijos de sus ramas una lluvia de cosas buenas y claras, como regalo de todos los espíritus libres que frecuentan el monte, el bosque y la soledad, y que son como él, con su forma de ser unas veces gozosa y otra meditabunda, caminantes y filósofos. Nacidos de los misterios de la mañana temprana, piensan qué es lo que puede dar al día, entre la décima y la duodécima campanadas del reloj, una faz tan pura, tan llena de luz y de claridad serena y transfiguradora: buscan la filosofía de la mañana. "

miércoles, 1 de julio de 2015

Fedra o la pasión pura



¿Cuál es el verdadero amor: el tibio fluir
de un río seco, la golondrina que atisba
insólita su nido escarlata, la marea
que jamás vuelve al amanecer rojizo?

Solo yo vislumbro el corazón de la locura
(con malvaviscos azules,
con pétalos que han corrompido
la noche y sus cometas,
con lobos que aúllan a un sol infantil
en los amaneceres del deseo).

Allí la isla, la estrategia de la cautividad,
el invierno en el invierno de mi razón
exhausta.

Tú, padre te cubres con racimos de laurel,
escancias el dulzor de los licores invencibles,
te acuestas con las clámides de un arbitrio fugaz.

Y no eres tú, cuando asoma la flor frágil de un esqueje
y prorrumpe con llantos hermafroditas
hacia mi timidez o mi desesperación
de ninfa idolatrada.

Todo es posible: la mentira, la maldad,
los ojos grises de la quimera
que sudan como un manantial infinito.

Los coros agitan su clamor de heridas,
la muerte llega triste como el designio
que ha madurado su luz.

Cada sombra es víctima de sus sueños
(me rocío con las cálidas aguas de la desventura,
con el orgullo senil de la insensatez).