sábado, 5 de diciembre de 2015

Diletante



Nunca calculé los pasos, aunque a menudo
fueran los mismos.¿Los meses, las estaciones,
los días, ya no tienen nombre? Por eso la vaguedad,
la atmósfera perdida, los tiovivos con que se dibujan
los surcos sin paz. Y el alcohol como un laberinto donde
volver a mi, al refugio o a la tiniebla. En la gran ciudad
nada es real, ni el calor de los abrazos, ni la mirada del
clochard, ni la imagen que se guarda como un candil azul.
Ya sabía de los silencios del reloj, también de ti cuando
regresabas con las manos enrojecidas, con la campanilla
de los náufragos, con tu iconografía de sueños en la sinrazón
de la duda, aún febril la memoria de lo que fue el parpadeo
de un viernes.

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