domingo, 20 de diciembre de 2015

La blancura



Tengo en el puño un corazón de nieve.

Si miro los rótulos de la estación
descubro cómo parpadea el símbolo,
las ciudades, los delirios
y tu nombre.

Mes de enero,
frío en los músculos,
aire que se posa como una estrella caída
en mi piel peregrina.

El ultimo tren es el primero,
los sonidos, las maletas y su color,
los mensajes que repiten el imán
de un reloj transparente.

Así
la flecha que indica el destino de las horas,
la deriva blanda del pulso
al
que
llamamos
tiempo.

Sitúate,
miente al que fuiste,
recuesta en las fotografías
el misterio de tus heridas,
calla como un anuncio que se diluye
entre los paisajes blancos
y no exige ser la memoria del pájaro,
las aspas de un vuelo infinito.

Algo llega
cuando la caricia del sol
brilla en los gestos de la locura.

Será la astucia
-o el cómodo ejercicio de los espejos-
quien recorra el corazón
de esta experiencia núbil
que vagamente
incita a la fe.





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