domingo, 24 de julio de 2016

El mojito



Ya no sé si es medianoche, pero no importa. Un suburbio,
una calle sucia, el tatuaje en su hombro, un rótulo desvaído,
la atmósfera de un desamparo real. Ella es una máscara,
con su pelo de azafrán y su risa desnuda. Ella dice que
no servirá recuerdos, sobre la bandeja de zinc el licor
del olvido. Me gusta cómo hay una danza de amistad,
palabras que rebotan en los vestidos, en la piel, en el misterio
de por qué alguien espera un roce entre el acero de las sillas
o un mensaje de madrugadas, de penuria y naufragio. El ron
se vuelve verde mientras un espejo recita el otro sí y el otro
no de una pregunta.¿Qué es la búsqueda sino un reflejo
en los cristales de la noche? Solo existo para esta copa
que es un alma alegre. Qué necesidad la de la lluvia,
qué ola sin regreso busco. Soy el mar calcinado,
una sed que se sacia con la penúltima flor de esta
plaza encantada.

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