domingo, 9 de octubre de 2016

La flor de la herida

Con los pilares firmes del sueño
el niño construye mundos.

Ayer mira al hoy,
el hoy es un cúmulo de invencibles estrellas
en la simpatía del círculo.

Juegan los fantasmas con semáforos alados,
juega el fuego con la sed
tras el día de los días
en su fulgor intemporal de margaritas dóciles.

Pero nada se parece a la virtud
cuando la rapiña del mal se adueña de las calles
y sopla miríadas azules
con un resplandor falsario.

Se abre entonces el poro limpio de la herida
y surgen los gusanos del miedo.

Y en un desamparo de flores calvas
la duda se convierte en acusación
de homilías y templos,
de verdades sin hojas
en las alamedas rojizas.

¿Para qué el mapa de los asteroides,
la nebulosa de un futuro,
el silencio que se mixtura con la pólvora
antes de ser diversión de color
en los cielos del anochecer?

Así es cómo se forma la herida
-que en su despertar regará los años -
la exactitud de los orificios que son permanentes
como un río que nace tras la culpa simulada,
y se aleja y se aleja de la identidad
que amanecía con la risa de los enjambres
y el sonido alegre de los pájaros.

2 comentarios:

  1. Un poema extraordinario, Ramón.

    Ha sido un placer llegar hasta tu blog.
    Un abrazo
    Ana

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  2. Eres muy generosa, Ana. Gracias por hacerme saber tu paso por aquí. Un abrazo.

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