domingo, 12 de febrero de 2017

Eternamente niño



Me acompaña la lluvia inmóvil, porque aún soy niño
y quiero encender un sueño. La mano de la tata,
los miedos tras las puertas pobladas de voces
cuando los mayores hablan de sus cosas, quizá
de las roturas que los días engendraron en los párpados
alegres. Vendrá la profesora-niña con sus vocales azules
y me cantará los cuentos del invierno, a mí, que no sé
de las heridas ni quiero otro jardín que mi silencio.
¿Tú quién eres, caricia que rocía los lunares de mil
pasillos inacabados, tú que en los alfiles de tus dedos
dejas un polvo de cánticos sobre las paredes dormidas?
Jugaré con las historias del abuelo, un balón rodará
hasta las mejillas de mis años, querrá lamerme los pies
como un gato que amara la fugacidad de la noche. Nada
volverá como nada vuelve al nacimiento de una sonrisa,
solo mis huellas infantiles dibujan hoy el ocaso del tiempo
con sus flores sin aroma o sus fantasmas desnudos.

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