sábado, 30 de diciembre de 2017

El espejo

Un solo espejo es testigo de tu paso.

Queda atrás la imagen etérea que dejaste,
fugaz en su huida,
consciente de que la realidad no vive
dentro de la mirada frágil del cristal.

Al amanecer de la duda,
bajo la insegura razón de la juventud,
tu rostro quiso penetrar
en la extrañeza de una mueca
o en la inmóvil fragilidad
de un pensamiento.

¿Quién no ha entendido
que en el azogue hay una condena
tras la que el tiempo se vuelve metal,
y tú, carne que, lentamente,
se marchita?

Tu madurez calla
cuando la noche viste tu faz
con el misterio de los sueños perdidos
y quieres recordar, eternamente, el pasado
como si aún fuera posible
volver a la semilla que traspasó la luz
en un momento
de incrédula felicidad.

Quizá sea mejor
que solo atisbes el tránsito de tu silueta
en los vidrios más oscuros
o en las calles donde sea borrosa tu figura
de hombre que camina en silencio.

Serás, así,
permanencia en la memoria
del abandonado espejo,
corazón que late en su infinita quietud,
lámina invisible en un centro
que ya no podrás desdoblar
con tu irreal luz.

viernes, 29 de diciembre de 2017

A los dieciocho años

El mundo no es pequeño,
tú lo sabes.

Lo sabes porque los días se muestran ante ti desnudos,
las noches se visten de color
y lámparas azules,
el tiempo es un abrigo de aire
que tendrás que ocupar,
la vida un suburbio que empiezas a recorrer,
al fin, como perro infiel.

¿Qué harás con el desliz de las horas,
será la razón todavía una bandera sin voz,
caminará el deseo a tu lado
como un amigo o una luz que protege?

La ciudad es tu abril,
el mañana la sonrisa que se dibuja
en los labios de una mujer-niña,
el río la vena donde admiras
el fluir eterno de tu rostro.

Para ti no hay más que un presente sin mapas.

Porque el mundo no es pequeño,
pero eso tú ya lo sabes.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Esperándote

Hay columpios de sexo en los pasillos húmedos,
la voz, tu voz, susurra una orden secreta que calcina
las mamparas. Poseerte es la misión que mis manos
persiguen en los augurios de la tarde. Tu voz ronca ríe
cuando el olivo enseña la blanca flor de la dulzura.
Siempre espero al deslumbrar de la caoba soleada
por el poniente, febril como un impulso voraz. Suena
la ducha y yo imagino la desnudez álgida de los pechos,
el grito del agua al perder el rastro de tu cadera insólita.
En los muebles viejos la música resiste, halla un nido,
un color, un aire unísono. Al fin la calle llega a mí con su
rumiar de sombras, y yo siento el abrazo del día, indiferente.


miércoles, 27 de diciembre de 2017

Ausencia

Corre el agua entre mis dedos, extraña,
turbia, como una despedida triste. Si te
miro ya no estás y es el hueco que has
dejado el que me mira. Tu voz cansa mi boca
con palabras muertas, el olor de tu perfume
habita en el mantel como un náufrago o una
pregunta mutilada. Terminó la canción cuyo
estribillo olvidamos, el bar cierra, las luces
iluminan mi sombra, sobre el velador la cajetilla
de tabaco que dejaste o perdiste es un tótem
sin alma. Tu reflejo en el cristal ya se ha ido.

martes, 26 de diciembre de 2017

Los tres

Tú sabías que el hijo sería luz y tiniebla.
Un nuevo orden enfila los pasos, atrás
la aventura como un vacío de fulgor
en la línea que el azar ya no dibuja.
Otra ciudad se muestra con el árido gesto
de la extrañeza en su piel y es el mundo
un perfil de sombras, una melodía de labios
difusos donde se pierden los anclajes
de la memoria. Somos tres y los días,
somos tres en una noche de persianas
bajadas e insomnio en las paredes. Somos
un futuro que no lleva la máscara del albedrío
en su faz mecánica, la piedad y el amor
que cuida de un ser pequeño, el mañana
de este árbol que nos dará cobijo, en la vejez
sin tregua que asoma ya como una fiera herida.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Naufragio

Este vientre, esta casa, este refugio incólume.
Se escucha el latido hondo del reloj, golpea
la luz en la pared granulada como un labio húmedo,
no hay pasos ni voz, no hay más que tiempo
dentro del tiempo en un círculo inmortal. Ayer
-igual que cada noche- fue la despedida
una costumbre sin alma. Sonaba un claxon
en la calle, rumores sordos trepaban por
los cristales dejando palabras rotas que
no comprendí. Al mirarte supe del naufragio
que me crecía en los bolsillos, que me crecía
en los bolsillos, sin que pudiera hacer nada.

domingo, 24 de diciembre de 2017

La vida es un milagro

¿Quién podría negar que la vida es un milagro?

Desde el llanto primero
los ojos contemplan los arcos de la luz,
las figuras cobran forma, los arrullos,
las voces que afinan la nitidez,
el contacto de las pieles,
todo aproxima el ser al escenario
en que un cuerpo crece, se expande,
encuentra el lugar que cree infinito,
inmortal, eterno.

¿Y las risas en el corro de los niños
cuando los juegos alimentan la pasión onírica
y comienza el deseo a buscar una mirada,
la proximidad cósmica
de una hembra ausente?

¿Y la luz que vive en ti
como un resplandor de chispas y azul
o el mar con su boca inmensa,
su lamido que baja desde tus hombros
sumergidos en la espuma
hacia el extremo
donde ya eres pez
que disfruta de un viaje entre las olas
a la búsqueda de aquella isla imaginada?

Al fin descubres que la historia y los países,
las ciudades y los bosques
son teatros de enseñanza,
incomparables ecos de un clamor
que aún recita muertes y gloria,
sangre, ambición en sus ajados palacios
de un invierno perpetuo.

Y los visitas como si fueras desnudo a bañarte
en un río lleno de cadáveres
todavía vestidos con el oro y la plata
de una riqueza extraña a esos huesos y esa memoria
que solo son un dato en el transcurrir,
una cruz caída,
un crisol herido.

¿Quién, pues, no reconoce
la inmanente belleza de cuánto existe,
aquí, allí
en lo próximo y en lo lejano,
en el jardín de abril, en el agua de un manantial
entre árboles seculares,
en la roca que la nieve cubre,
en el albor de los desiertos,
en la jungla donde acecha el tigre,
en la creación del hombre,
cúpulas, mármoles, fuentes
que invocan dioses,
plazas de inmensos soportales
y estatuas desoladas?

Sí, la vida es un milagro que nos traspasa
como un rayo de plenitud,
entreguémonos pues a esa luz
que fluirá hasta ese otro punto del espacio
en que ya no seamos
más que un recuerdo
entre los recuerdos.

El fracaso


Hubo tal vez un páramo, las calles oscuras,
las farolas muertas en no sé qué día
de los ojos primeros.

Languidece hoy el esmalte de los años,
su curva o su seno,
el ajedrez antiguo de las horas
o el monstruo que se maquilla
como un soldado sin paz.

Mira en el desorden,
comprueba la historia inacabable del murmullo
y piensa en la cicatriz de un coro
cuando la mudez fue un grito
en las fotografías que bautizan
el claroscuro del azar.

Vuelve al ovillo de las celdas,
el mensaje de los insectos es simple:
un resumen de horarios,
una simpatía de roces
o la desnudez de los juegos
en pasillos de tiniebla.

¿Y el germen del gusano
que va lloviendo sobre los días
con su comezón inigualable
de lágrimas soñadas
bajo un cobertor que ampara
los sonidos de la luz?

No pienses ahora en las orillas del mar,
tampoco en las estrías de las catedrales
o en el sonoro aullido de un tren.
Piensa en la virginidad que atisba tu noche
mientras las golondrinas del futuro
se pasean frágiles
entre arrabales de sinsabor
y misterio.

Cada recorrido vigila los besos
y sufre la traición de los azules,
desoyendo a la ninfa de los ríos
en extrañas ciudades
donde la felicidad escondió su virgo
para ser sacrificio de longevidad,
añoranza en los ojos perdidos de la ausencia.

Cuando en la similitud de los espejos
una sombra del ayer se columpia
yo logro acariciar la singladura de mi voz;
y este espacio que hoy descubro,
próximo a mí como la divina
insensatez del orgullo
es mi fugaz locura
o mi muerte encendida.


sábado, 23 de diciembre de 2017

Ciudad de invierno


Es una jaula de mármol su aliento húmedo.
Ya no distingo, frente a mí, el corazón
de la niebla. El invierno tira sus dados
de nieve contra la memoria. Transeúnte soy
de las baldosas heladas. ¿Hacia qué lugar
me dirijo, en qué jardín murió la primavera
de los sueños, dónde el abandono de estos
días blanquecinos como cal que tirita? Luces
de hielo atraviesan la plaza, su inmovilidad
es la de un carámbano puntiagudo y fértil.
La noche habita en la vena oscura del río,
los olmos escuálidos comban sus ramas
sedientos de abril, la ciudad se refugia
en la amarillenta luz de las farolas,
el silencio escribe nubes en unos ojos
que se miran como pájaros sin nido. El
frío y tú sois una canción que no habla.


jueves, 21 de diciembre de 2017

Como trenes de septiembre

Al fin, darse cuenta
de que la isla murió
en la jungla de septiembre.

Aún el calor
es un hálito o una sed,
el viento un beso
que expira sin razón,
la luz un grillo
que presiente el frío y la noche,
la rutina una equis que asoma
en tu paso soleado.

Mi septiembre son tus piernas
en la calle ancha,
una mirada hacia el sopor de los arboles,
la entretenida ausencia de los pájaros
que buscan un cielo desprevenido,
el tráfico que concita la huida de los cuerpos
al dibujar una estrategia omnímoda.

En un roce vive el paraíso,
ni palabras que se susurran
ni comercios de cristales insolentes,
ni el sol que revienta en agonía
el surco que trazamos,
ni pálidas hojas que anticipan el otoño
podrán disimular la urgencia de los trenes
que se embisten con la cornamenta
de los sueños en las ingles
y un sudor exhausto en las entrañas.

martes, 19 de diciembre de 2017

Traspasado

A veces siento fluir las horas
como un latido de luz
y callo.

Callo porque no consigo enhebrar lo fugaz
con el silogismo que las palabras convocan
para no sentirme suspiro
o nieve que se diluye
sin la razón de una huella.

Quiero amar la premura
que habla en mi boca,
el frío o el calor que mi piel anuncia
con la costumbre de un operario
que anticipa su gesto.

Quiero la risa en el músculo
como una bendición eternamente esperada.

Quiero el rosal en los ojos
para que me recuerde
que las primaveras vuelven con el color
y el diluvio de los sueños,
igual que jardines que brotan de una paz añorada.

El tiempo escribe túneles
que van dejando tiniebla
o una vívida serenidad sin patria
hasta la fiebre de una luz
que nunca llegaré a alcanzar.

sábado, 16 de diciembre de 2017

De puntillas

Con mis manos trazo dos alas de agua.
Indistinto con la luz, soy aire que huye de sí,
palabra entre las hojas del otoño, espalda
que nunca habitó en un cuerpo. Hoy pensar
se parece a un ejercicio de amor, porque no soy
yo el que se piensa sino el día con sus monstruos
blancos y su muerte frágil. Hijo de la noche
entre las sombras oculto mi memoria. Es la
soledad de quien ha vivido como una voz
que no se oye o una mirada que únicamente
se atisbó en el trasluz insomne de los espejos.

Agua


El agua, el agua, el agua.
Vive dentro y es una lágrima
que asoma. El agua, imagen
que rompe la luz, río de amor
y fluido azul, nube de ojos
grises que derrama vida,
memoria de la raíz en el
vergel eterno. Agua donde
no existo, recipiente de piel
pulida que deja correr el agua
como el tiempo en que me
divido. Hasta el fin, orilla-cáliz
que desborda el corazón
de este dique mío
que poco a poco
se agrieta.

viernes, 15 de diciembre de 2017

El canto de la golondrina

Aún nos queda la palabra,
lo que dijimos y lo sin decir,
el deseo invertebrado entre las elipses,
la huella común de los paraísos perdidos.

Es mucho lo que nos une en la distancia,
la edad y la lujuria,
el peso de una historia
que solo tú y yo conocemos.

Y es que hay una verdad en lo efímero
que se escribe en los instantes duplicados
o en el azar que habita la duda y el equinoccio
de los planetas desconocidos.

Y, sin embargo,
qué importa si en la noche los cíclopes fueron
el ojo invencible de la unión
o el ala excelsa del cenit
en un instante de luz.

Hoy sé que el tiempo
escribe canciones de olvido
sobre el arpa amable de la vejez.

Quisiera, próximo, el canto de la golondrina
cuando suave se estremece
como una flor en el invierno más duro.

Para así desnudar las horas entre los dedos
y sentirme, al fin, nieve agotada,
tan lejano ya del estallido azul
que fue mi gema o mi color,
mi yo mismo sin retorno
al corazón de un sueño.


miércoles, 13 de diciembre de 2017

Habitaciones

¿Cuál es su distancia o medida,
la geometría improbable
de su alma?

Paredes limpias
pronto enlutadas por recuerdos,
afiches, olores,
huellas efímeras.

Son como un cofre que guarda héroes desnudos,
allí la luz de la pintura
en un cuadro que es metamorfosis álgida
del éxtasis,
aquí fotografías enmarcadas en la plata
de rectángulos que quisieran ser
ajenos al olvido y al silencio.

Papeles pintados con nenúfares vírgenes,
espejos que idolatran a los transeúntes,
estanterías que sostienen el tiempo
con las alcayatas de un ardid.

Y muebles completamente deshabitados
-aunque luzcan en su vientre el albor de las enaguas,
el algodón que se aproxima
al círculo amante que mi voz susurra-
sordos al reloj que miente a las horas
para que nada cambie
en la gimnasia invisible
de sus metros cuadrados.

Habitaciones hermosas o sucias,
enjalbegadas o cubiertas
con títeres de porcelana, marfil, oro o ensueño,
sois un receptáculo de vida multicolor,
un jardín íntimo de rosas siempre en sazón,
el equilibrio que me acerca al paraíso de la memoria,
de la magia y de aquel misterio
que, todavía, no he podido descubrir.







domingo, 10 de diciembre de 2017

Resumen

La insatisfacción cae de mí
como una lágrima herida.

Desde los ejemplos o desde la virtud,
desde la rutina del no ser yo,
hacia los paralelismos
de quien forma una imagen de vanagloria
o la escultura que lleva inscrita
las palabras sin raíz,
el sueño de los profetas
con su voz antigua
y sus preguntas nuevas.

Fácil presentir el claroscuro de la música
cuando el cielo vence su dominio
y los ojos voraces agitan la negrura
de lo que pasa en los relojes
siendo campo artificial de antagonismos
o contradicción; de firmeza en la hegemonía
de esos tambores sin nombre
que acucian la dormida insensatez
y envuelven en metáforas la hiriente hospitalidad
del fracaso.

¿Y la rebeldía que ha mostrado las uñas del salvaje,
dónde la densidad de su músculo
que rompió las venas de la luz
en los orificios de la incansable sinrazón?

Me lloro en las aristas de los vidrios
y persigo ese desfile de hormigas
que han dibujado el esqueleto de mi transcurrir
-apenas salvo la intranquilidad de los ríos,
la orgullosa sed del mar, un faro,
un azul, la primavera de las rosas,
el mármol que suda agua como un elixir de vida-
hasta la orilla desde la que hoy escribo,
sin saber si soy yo el que recuerda estos paraísos imaginados
o es tan solo la noche
el precipicio que me ama.



sábado, 9 de diciembre de 2017

Abril no fue un sueño

La noche está dormida y no quiere estarlo.

El frío, la música,
el brillo de las copas
son igual que el sonámbulo latido de un reloj.

Las palabras se repiten
como piezas rehechas
en el mecano inacabable de los días.

Es lo que pienso
al verme en el cristal insomne
cuando los altavoces escupen
las letras orgullosas
de una canción alucinada.

Al principio vi tu sombra
desplazarse por el espejo,
a mi lado las pieles se conocen
antes del arrojo y la musculatura
de la danza.

Vuelve la noche a recogerse
bajo el ancestral murmullo de la luna,
la vieja ciudad ama el silencio de los perros,
el dulce cáliz de la lluvia.

¿Cómo separarnos si en el arrebol de las calles
hay efluvios de deseo, rojas amapolas
en tu vientre aún intacto?

Solo los labios susurran entreabiertos la demora,
mañana será la voz el lenguaje de la carne
que copulará con el futuro.

De ti no olvido la primavera que me diste
ni el perfil de tus piernas
cuando lejos del sexo me llamabas.

Parece que ya nunca más existió abril.


viernes, 8 de diciembre de 2017

La cartera

Es un rastro o una huella que no deseas.
Ajada por el roce su piel ennegrecida ha
perdido el olor de la pureza, el salvaje
orgullo del cuero indemne sufre ahora
la inanición del enclaustramiento en los
rotos bolsillos del misterio y la oscuridad.
En su vientre el plástico y su dureza mercantil,
la fotografía de un grupo familiar, cuartillas
deshojadas con signos, números y olvido,
billetes que zarparán como sucias balsas
de papel hasta el puerto casi vacío de una
caja registradora. Y, también, un trébol reseco
oprimido por diez monedas gastadas, tu teléfono
anotado bajo el dibujo a lápiz de un rostro juvenil,
desvaída ya la tinta en el arabesco de tu nombre
que una vez fue, para mí, símbolo de eternidad.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Aquel fue el escenario del deseo

Ahora entiendo la escenografía donde creció
el amor. Como un país en el que no importaran
las estaciones o que en ellas la excepción fuera
magia constante, los trenes, las plazas, el mar
un decorado en el que transcurrir sin miedo,
libres de nosotros y de la palabra del adiós,
eternizando la constancia de los lugares en
que el encuentro es la unión del ansia y de la luz,
en la mirada el hambre de los silencios, en la piel
el rotundo magnetismo del roce que enciende
los latidos hasta el grito y la febril necesidad
de acercarse, de palparse como pájaros sin cielo,
ni horizonte, ni alas para subir al edén. Quiera
la música arropar nuestra huida, la claridad
entender la ausencia que seremos, después
del espacio en que las hojas ocres murieron,
tras aquel otoño interminable.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

El espejo

Me da miedo acercarme a su ojo símil.
Evito el susurro que deja en las paredes,
el arco iris con que entretiene a la luz para
que yo olvide el adiós, el reflejo en la piel
de Antonio cuando ensimismado es ya solo
uno con el azogue. Los días que habitan
en las bombillas encuentran allí la noche
estrellada, quizá un sol que se alumbra
a sí mismo como un tímido amanecer
o el espacio que hallará la doblez al
asomar mi cuerpo frágil, la imagen fugaz
de un espíritu que simula mirarse y negarse
sin querer. Hay mañanas en las que me
atrapa el sonido inaudible de su voz,
entonces me arrojo y me obstino ante
la pulida piel del cristal y desnudo las
horas, el porvenir, la armonía de esa pasividad
que nos convierte en extraños que rehúyen
el fluido y lo inane de su expresión cautiva,
así llega el asombro, al fin, el entendimiento
de lo que soy y ya jamás volveré a ser.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Añorándote

En qué momento el círculo perdió su faz,
su enredadera blanca, su jardín de hojas
fértiles o la bondad de la nieve blanca.
He escrito en la frágil canción de los días
christmas azules, amé la curva de los pájaros
y el insomnio del mar. Cada imagen rodó
por mis adentros como un agua dulce
que fluyera perdida en un magma de sal.
¿Y el verdor detrás del ayer?, porque sabes
que la huella es un signo, mientras las campanas
inaudibles concitan lazos entre la ternura y la fe.
Soy ardor y tú eclipse. El misterio navega más allá
de la tiniebla y los niños acarician la senectud
mortal del silencio. Lejos, en la añoranza,
los crisoles del invierno relucen, que caigan
sus hilos, que los maquillajes olviden el color
y un solo centro sea la deidad que olvida
el lugar exacto donde habita tu ausencia.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Sin versar

Ya no escribo líneas en la luz
ni mensajes rojos en la niebla.
El aprendiz de hombre se ha
desnudado y al fin soy la estatua
rota que ya no ve ni siente
ni oye el ruido del silencio.