Te observas por el revés del espejo en el lugar oscuro
donde la claridad no llega a definir el contorno
que delimita tu espacio sin alma.
Y llueven los candiles como flores de la luz
y se desnuda la ola de su espuma frágil
cuando el aire fustiga la efervescencia que mana de sus cabellos volátiles.
Confundes la armonía con el velamen de un barco que va a la deriva,
sales de la sombra a un sol estéril que no calienta tu piel
mientras los ecos de viejas canciones consiguen que nazca la lágrima
en unos ojos sin fe.
A través del vidrio vuelve el azul de un mar herido
por la luz anciana de los recuerdos.
¿En qué vial dejaste las huellas que borró el céfiro de la noche?
Colgado de la pared un dibujo de infancia te mira
y no descubre en ti al niño que fuiste
ahora que todo es negrura en la faz de los espejos.