martes, 11 de marzo de 2014

Que la violencia no me marque

Esta tarde de cuchillos ciegos. Después
del músculo, la sordidez como un tacto
viscoso sobre la piel imberbe. Y la culpa
que dibuja una cruz en la frente perlada.
Y el frío en el ánimo, el pusilánime desdén
de un susurro. Ya se escucha la música que
piafa como un bestiario anónimo. Los años
encenderán el temor y su herida roja. No ser
imagen o reflejo de maldad, de perversión
o de látigo. Solo un dulce espacio donde
se apoye la verdad con raíces de sangre,
un talismán que sea nido de aguas claras,
una paz omnímoda que se alimente de vida,
dentro, fuera, dentro, fuera, como un gong
cuya locura me roce, me haga libre.

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