miércoles, 17 de junio de 2015

Fragmento de "Calígula" de Albert Camus



"CALÍGULA: Piensas que estoy loco, ¿no?

HELICÓN: Sabes muy bien que no pienso. Soy demasiado inteligente para hacerlo.

CALÍGULA: Ya. Bueno. El caso es que no estoy loco, y hasta te diré que nunca he estado tan cuerdo. Sencillamente, he sentido un anhelo imposible. (Una pausa) No me gusta cómo son las cosas.

HELICÓN: Es una opinión bastante extendida.

CALÍGULA: Cierto. Pero hasta ahora no lo sabía. Ahora lo sé. (Con la misma naturalidad.) No soporto este mundo. No me gusta tal como es. Por lo tanto, necesito la luna, o la felicidad, o la inmortalidad, algo que, por demencial que parezca, no sea de este mundo.

HELICÓN: El razonamiento tiene coherencia. Pero, en términos generales, no puede llevarse hasta sus últimas consecuencias.

CALÍGULA: (Levantándose, pero con la misma naturalidad.) Qué sabrás tú. Precisamente por no llevarlo hasta sus últimas consecuencias nunca se logra nada. Pero quizá baste con que sea lógico hasta el final. (Mira a HELICÓN.) También ahora sé lo que piensas. ¡Cuánto lío por la muerte de una mujer! No, no tiene nada que ver con ella. Creo recordar, es cierto, que hace unos días murió una mujer a la que yo amaba. Pero ¿qué es el amor? Poca cosa. Esta muerte no supone nada para mí, te lo juro; simplemente me indica una verdad, una verdad que me lleva desear la luna. Es una verdad sumamente clara y sencilla, y aunque sea un poco tonta, cuesta descubrirla y también sobrellevarla.

HELICÓN: ¿Cuál es esa verdad, Cayo?

CALÍGULA: (Mirando hacia otro lado, en tono neutro.) Los hombres mueren y no son felices".

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