lunes, 31 de julio de 2017

Los latidos de la vejez

Estoy cansado de vivir en el miedo.
Fisura negra los otros, la mecánica de los días,
cumplir conmigo igual que quien arrastra un pecio.
Me lastra el ayer, sus ecos iridiscentes,
me pesa la rutina de los hábitos de plomo,
me inquieta el porvenir donde ya no estaré.
Estoy cansado de vivir en el miedo.
Y lo digo ante este mar tan libre de congojas,
sin la dirección de las calles ni el horario vacuo
de las costumbres, sin el yugo estrecho de la culpa
que me hace llorar sin lágrimas, cuando a través
de una mirada el espejo me devuelve una figura fugaz
que oculta su ansia de luz. Estoy cansado de vivir en el miedo
que no soy yo, que es esta sombra que me cubre
como una capa de espinos.

domingo, 30 de julio de 2017

El puente

Son como una mano extendida a la paz.

Se trata de unir riberas, barrios,
voluntades con la firme ilusión de lo eterno .

En su medio, después de los pasos indiferentes,
el aire golpea los rostros que miran la turbiedad de las aguas,
el fluir cansino de esta vena que ensanchará el mar,
la huida juguetona de los peces hacia la sombra del puente,
el murmullo casi inaudible del tránsito,
la ciudad que espejea como una luz borrosa
en la piel líquida del río.

El día está gris, lo atraviesan pájaros
que circundan los pilares sin detener el vuelo,
asomado al pretil las barcas fluyen en silencio
con luces rojas en los mástiles.

Yo sé que no hay tiempo ni lugar,
el puente está en mí como una isla imaginaria
o un hilo sin fin que viaja en el recuerdo
hasta las urbes serenas,
hasta la fidelidad de las estatuas
bajo la penumbra de las horas vacías,
hasta el instante en que fuimos efímera extensión
de su historia impasible.

sábado, 29 de julio de 2017

Primer día de vacaciones

Parece que hubiera más horas en el sueño de vivir.
Nada que aguarde la presencia de mí con la meticulosa
mentira del reloj, nada del frío y de las luces apagadas,
nadie que me acompañe en el mediodía de los cafés
cuando el desahogo son historias cercanas, sucesos
de telediario, miedo al futuro. Hoy la luz es un mirlo
en el ventanal, entre las sábanas el desnudo de los cuerpos
late bajo una pátina de hilos invisibles, el calor asoma
su rubia cabellera en el dibujo de las cortinas, el silencio
somos tú y yo con las alas crecidas. Está escrito el verano
en tu pecho de albor; yo imagino olas en tu vientre,
un césped húmedo donde el sol ocupe un triángulo
cálido junto al mar de tus ojos, en la espesura
abigarrada de un tiempo infinito.

viernes, 28 de julio de 2017

Acercándonos

Chove en Santiago/meu doce amor.
Federico Garcia Lorca


Hay otra lluvia en el corazón.

Creer o descreer son láminas en los bolsillos,
vacías como una pregunta que aún no he pronunciado.

Este cuerpo tiene sus hábitos de hambre y pasión.
Un nombre, una imagen, letras que inventan la luz
en los párpados imberbes,
roces al cruzar escalinatas de musgo y gris,
ecos en los claustros de gárgolas invisibles
entre ramajes de espino y fuentes mínimas.

Afuera el agua inhibe la pulcritud de mi sombra,
paraguas sin color bajo las arcadas,
espejos en neblina detrás de cristales impíos,
abrigos que son rumor de sábanas
contra el aire y su caricia.

Otra vez salgo a la vida con un mensaje mudo en los labios,
soy ojos en la penumbra
cuando te veo en la estación abstraída de ti,
ajena a la canción de los trenes,
al pálpito cansino de los equipajes.

A la llegada la ciudad nos guía,
ciudad de luces pálidas y automóviles negros.

Te hablo con la voz de los héroes,
las palabras quieren ser testimonio de una edad infinita,
los pasos desdibujan el ciclo de la timidez,
se entregan a ti como rutas que voy abriendo
con las rodillas en flor del deseo.

Vuelve la lluvia y mueren las hojas del otoño,
en el silencio de las tardes
las chimeneas confunden su estela
bajo la oscuridad plomiza del crepúsculo.

A mí me bastan los hábitos de la incertidumbre
para sentir de nuevo esta humedad de sangre
que me inclina sobre la luz en tránsito,
sobre la guirnalda con que te imagino desnuda,
con tu piel que mi índice va surcando
hasta el frágil clímax de un éxtasis azul.



jueves, 27 de julio de 2017

La aldea

Al pie del río canta la vida. Extraños pájaros
que se acercan con sus picos rojos y el andar grácil.
Humedad, sombra, árboles sin miedo de que los reviente
el aire, mesas abandonadas como dólmenes anacrónicos.
Soy la risa que se diluye en la algarabía, la campana
de la iglesia tañe la luz, el silencio es un hongo que crece
en el color. Días de verano junto a las espigas al sol, días
de mirada animal, dulce la leche que olea en los cántaros,
los huertos fructifican la raíz con los dones de la tierra.
Palabras mudas que se escriben en los gestos de hombres
y mujeres sin voz. Por la tarde arranco de los frutales
su corazón de fruta aguada y me arrincono en su sombra
igual que un niño feliz. Doy vueltas con mi bicicleta amarilla,
subo las colinas, transito el pedregal, llego al valle y descanso
de mí. Es un recuerdo lo que aquí escribo, es la fuerza vívida
de una edad que niega el paso oscuro de los relojes,
la mirada transida de una nostalgia que fluye y fluye.

miércoles, 26 de julio de 2017

Julio 1976

La amistad es una ola que destella.
Nuestro territorio la playa y el dique,
escopetas que disparan entre las junturas
donde asoman los hocicos de viejas ratas
marinas, al atardecer del verano los reflejos
en los tubos rojos de las bicicletas, las jóvenes
y sus pieles de sal, el olor de las barcas
a pescado azul. Desde la habitación el mar
oscurece, de pronto golpea bravío las rocas
gastadas. No sabía, entonces, que sería el último
julio de nuestra amistad. La playa sigue allí,
imperturbable.

martes, 25 de julio de 2017

La planta



Alguien te la compró como un gesto de amor.
Tú la colocaste sobre un plato de cristal a contraluz
de la ventana en el lugar más íntimo de tu habitación.
Al amanecer miras la frondosidad de las hojas,
las flores azules, la esbeltez del tallo. Y piensas
en un rostro que sonríe o en una caricia sobre el pelo,
suave como las alas de un pájaro. Y quieres ser
esa planta que absorbe la luz, el agua, sobre la firme
pasión de la tierra. Y quieres ser vida, no aquí,
entre las sombras, el humo, las voces, la insipidez
de los electrodomésticos. No, tú quieres ser flor
que brota, infantil, bajo los árboles del bosque,
en el amarillo tenue de los campos, entre jaras,
espigas o jardines amantes, al aire y al sol
de las estaciones, en la palma de una mano
que amorosa te cuida como si fueras un capullo
que ha nacido para la alegría y no para el dolor.

lunes, 24 de julio de 2017

La mano



Contigo la suavidad, la fuerza y el temblor.
Escribes por mí los sueños, la añoranza, la magia
de la razón sobre la tinta azul de una frase,
la línea que se muestra a unos ojos desconocidos;
dibujas el vuelo de la caricia o del furor, quizá el cansancio
cuando te tiendes rota y descansas en el aire indiferente.
Contigo lo que soy en las cosas cotidianas a cada
segundo que labro el tiempo fugaz, contigo esa música
de los apéndices que en su delirio teclean la luz, contigo
la delicadeza de rozar la piel amante en las noches pálidas
de la huida. En tu compañía he raído palmas, he enjugado
lágrimas, he compuesto los días de labor y silencio. Igual
que yo envejeces, las uñas ajadas, la dureza de las venas,
la profundidad de los surcos que imaginan vida. Hoy quiero
ser el anillo grabado en tus falanges, allí dice que eres
este poema sin nombre que te arrulla y te palpa
como una madre tierna.

domingo, 23 de julio de 2017

El poema que he podido escribir

Te debo un poema,
claro como la luz que fuimos.

El cruce altivo de los ojos
dibujó en el silencio un clavel ambiguo,
la palidez, el verde de un iris tímido,
el perfecto anclaje de las piernas,
tus rodillas igual que bocas o suburbios.

Hablar, sí, para que la niebla no crezca
junto a la mica y las habitaciones oscuras.

Ven al cine, quieres, que era como decir ven a la noche
y sus teatros húmedos.

Al principio el impulso es fragor
y torrente de piel e islas remotas,
manos que antes no habían conocido
la táctil rosa del deseo,
labios que ya no esconden su saliva fúlgida
entre los pliegues de otros labios huérfanos.

El amor es un territorio de flores brillantes,
un arco iris al que le ha nacido
el color de la esperanza.

Es inútil vivir en el tiempo real de los horarios,
la eternidad fluye como un rayo sobre el mar de la juventud,
la alegría exhibe su alas
que al final quemará la pasión.

Y después los viajes, los planes,
el futuro hasta el hoy
y la memoria del agua en las hojas,
la fatal fugacidad de aquellos días azules,
los veranos fértiles de vida.

No es este el poema que quería escribir
es tan solo el que he podido escribir
para ti, para nosotros.

sábado, 22 de julio de 2017

En el metro

Otra vez aquí, ajeno al tiempo, soldado a la sombra que dejé.
El silencio es un aire que tizna los labios con preguntas sin voz.
Cada cual vive su perfil, en la pantalla de los móviles un mundo
de colores seduce las pupilas ciegas, libros que son pensamiento
de otros capturan la realidad con palabras insólitas, los personajes
ambiguos tienen la forma de un latido, los lugares en el papel
imaginan tacto y solidez. Yo pienso en el futuro al ver los rótulos
de las estaciones, la música arrítmica de las vías es un tamtam
africano que no sé dilucidar, levemente diez ojos de paz estéril
se posan en mis ojos sin que exista una razón o una necesidad.
Se abren y se cierran las puertas, es otra la gente y no hay niños.
Línea uno hasta el final de qué, hasta el principio de dónde.

viernes, 21 de julio de 2017

Tres ciudades

El viaje como metáfora de madurez. En mí
lo que imaginé y vi: ríos, plazas, calles angostas,
iglesias negras, gentes que hablan, ríen, se esconden
bajo paraguas o caminan entre luces desvaídas.
Cada ciudad exhibe un alma distinta, en todas
predomina un color, huelen a pasado, sus edificios
guardan una pátina de historia que no sé descifrar.
Praga, Londres, Lisboa…lugares grises, lentos,
sin la edad del futuro ni la gloria del hoy. Recuerdo
la emoción de pisar sus avenidas, los museos
que tantas veces soñé, la presencia inmortal
de quienes labraron el mito como una voz
en silencio. Qué extraño saberme allí, mirando
las aguas oscuras del Moldava, los tejados rojos
de Lisboa, la torre y los puentes de un Londres
invadido por el miedo. Que no termine nunca
el instante en que la luz vive para mí como
un fulgor de imágenes, como una eternidad
efímera. Y es cierto que es así, de lo contrario
jamás habría escrito este poema.

jueves, 20 de julio de 2017

Canciones

Te acompañan como ecos, susurros o latidos.
Guardan mensajes en botellas mágicas, palabras
que convidan al amor y a la muerte, danzas en los labios,
recuerdos de pasión. Escribí sus letras en papeles blancos
cuando los primeros aires del deseo habitaron mis días,
baile sus ritmos de azúcar en salones oscuros, comprendí
los versos del poeta en la voz musical del destino.
Fueron cómplices de la intimidad entre los rostros
y la noche, incitaron a las confidencias como un telón
que cubriera la desnudez infantil de un propósito.
Me regalaron vuelos inalcanzables con sones y estribillos,
con guitarras álgidas de cuerdas azules. En los momentos
tristes en que sucumbo al dulzor de la nostalgia vuelven
las canciones que amé, lo que una vez viví entre sus inagotables
acordes, la mirada que te busca mientras al fondo suenan
los viejos cantautores que ya no existen.

martes, 18 de julio de 2017

La lágrima



Asoma quieta, sutil, como un beso de agua.
Tiembla en equilibrio sobre un dolor candente,
palpita en el corazón de las pestañas, busca
un nido donde recibir el abrazo de la comprensión,
la sonrisa que calme su caída. Pronto romperá
igual que un río que brota cálido y muere en los
acantilados de la piel, en los pómulos del olvido.
Al pasar deja un rastro de humedad rota, le espera
el refugio de la comisura, ese lugar donde saliva
y llanto forman la palabra o el grito, el temblor
de la desdicha o la paz del silencio.

Espejos

¿Qué es lo que guardan detrás, cuándo nadie los mira,
en el silencio de la noche o en el abandono de su necesidad?
Los hay amigos porque nos hablan y nos confirman la luz,
algunos se han acostumbrado al tránsito de los hoteles
que pone en los rostros un aire de ausencia o una clandestina
pasión de albas. Nunca saben quién estará delante, son amables
con los cuerpos que día a día se asoman a su espacio, indiferentes
en los lugares donde su identidad es el número, la colectiva canción
de las fórmulas escritas o de las voces comunes. Han visto lágrimas,
vítores, largos silencios cuando los ojos se fijan en los ojos
y no encuentran razón ni por qué. Hay quien piensa en ellos
como amigos mudos, otros odian el reflejo que conceden,
la reproducción del dolor, la fealdad o el recuerdo de haberse
mirado en la plenitud de la vida. Algunos les hablan o creen
ver la ternura, el amor, lo desleal de cientos de rictus improvisados
ante su fiel intimidad. Para mí son atisbo de la fugaz estela
de los relojes, solo dan fe de la huida del tiempo, cada día escriben
en su bruñido vientre adioses mínimos, despedidas blancas.

lunes, 17 de julio de 2017

Al lector

Escribo para ti que no me conoces.

Escribo de mis cosas que quisiera también tuyas,
no reproducidas como una calcomanía,
sino leves, volátiles, símiles,
igual que los días y los años fugaces.

Porque los dos hemos soñado
con alguien que no nos quiso,
porque hubo en nuestras vidas
aventura, dolor, luz, azar,
cantos de felicidad y plenitud.

Porque en los capítulos nos buscamos
como supervivientes de un naufragio en un mar lúcido.

Porque todavía existen el temblor y la emoción,
la incógnita y el oropel, la lágrima y la sonrisa
que nadan en las letras de un poema que te nombra.

No me leas como si yo fuera alguien,
no soy más que la mano que dibuja en el aire
tu anhelo o tu esperanza, un círculo donde habitan
la memoria y el futuro, las ilusiones y las derrotas,
el amor y el odio, el sexo y la renuncia,
todo lo que hemos tenido y hemos perdido en la batalla.

Escribo para revivir lo imposible,
para que quizá tú me oigas y este susurro sea una luz
en el espejo de tus noches, en la cúspide de tu silencio,
en la lectura con que te alejas de ti y por un momento
te acercas a mí o a mi sombra.

domingo, 16 de julio de 2017

Libros



Estáis ahí, dormidos,
con lenguas que quieren hablar,
tatuados por el pensamiento, la imaginación,
la vida.

Todos guardáis un mensaje de luz
entre los pliegues del papel,
en las pausas de los invisibles capítulos
que no se escribieron,
bajo las velas derrotadas
o la prisión de la mudez.

Poseéis nombres, historias, sueños,
mundos que supuran verdades paralelas
a la realidad simple de las horas.

Me habéis acompañado
como hadas que juegan con el tierno asombro de la infancia,
con el ansia de universos de la juventud herida,
con el lento crepúsculo
que hoy me habita.

Os leo sin memoria,
como si fuera alma, espectro o ausencia,
necesito el tacto, el olor,
la visión de unos caracteres que esconden oasis de pasión,
de aventura o de crónica.

Como amantes fieles esperáis la noche
para susurrar vuestro delirio de cristales azules.

Venid hasta mi mano,
descansad en mis ojos, habladme sin tregua,
sonad como una letanía
que puebla el corazón de acordes invisibles,
mimadme con la voz
que no cesa de inventar los días
para ser todos los hombres que no fui.


viernes, 14 de julio de 2017

La carta

¿A quién dirigiré esta carta ignorada?¿a mi ayer, al que fui, a su sombra?¿a ti que un día me acompañaste sin que ni tú ni yo comprendiéramos la plenitud de lo efímero? La tinta es como la sangre del silencio, se derrama en la memoria para ser luz compartida, territorio común de las bocas mudas, letras que encienden la mirada con imágenes que reviven los paraísos o los infiernos del pasado. Aquí estáis, padre y madre, como dos hélices que no cesan de girar sobre la calidez, la ternura, la incomprensión de la distancia que no recorrimos. Aquí los hermanos y sus juegos fértiles, las hermanas como ideales de juventud cuando la rebeldía era un músculo y la utopía una flor. A vosotras, mujeres que quise, os escribo con el sexo en la mano y el susurro en los labios para que entendáis que una frase es un mito donde vosotras encarnáis la fatalidad de las diosas múltiples, el desdén del oro agrio. A los amigos que tuve les regalo un punto final, la vida nos lleva en su cresta y allí reímos, elucubramos, soñamos a la vez, sobre una ola que muere al filo de una playa solitaria. A todos os pido perdón, esta misiva sin remite leedla como un anónimo abrazo de aire, como las ascuas de una hoguera donde se han escrito los hechos desnudos del azar y del olvido. Os saluda atentamente…

Te he vuelto a ver, amiga mía

Tu pequeñez es un contrasentido.

Porque alzas la voz,
ríes como si atronaras las manijas del tiempo,
se mueven tus manos
cruzando el aire de pájaros invisibles.

Tenemos los mismos ojos oscuros de la derrota,
tú igual que yo sabes que el hoy se dibuja
en los caminos tapiados, en los cielos sin hogar,
en la lejanía de los paisajes verdes.

Pero te asomas a las ventanas
con la esperanza vieja de los renacidos
aunque detrás no exista la luz del triunfo
ni el laurel de los cuerpos vigorosos.

Me llevas a los sábados sin luna
como si me hubiera perdido entre las esquinas,
la multitud o el cansancio
de una meta extraña.

Te escribo para que no olvides
la fugacidad de aquel encuentro
entre semáforos y calles pintadas por el festín
de la adolescencia o la juventud insomne.

Con los años te vi en la ciudad marina,
el pelo blanco, el andar fósil
de las palomas heridas.

Lo mismo que yo y mi sombra
que persigue a la hembra que quisiste ser
bajo el parasol de la compañía frágil.

Si alguna vez tu mirada me busca
que sea en la nostalgia de los atardeceres eternos,
en esa línea del crepúsculo que vive dentro de este corazón baldío.

No somos un nombre,
somos el efecto gris que guarda un resplandor
de olas encanecidas,
una lengua con la que hablar juntos
a la misma muerte.

jueves, 13 de julio de 2017

De cuando estudiábamos juntos

Solo conocíamos la inocencia del mundo
hasta que tú apareciste y nos enseñaste
el poder del sexo.

¿Fue, quizá, la arquitectura
de esos meandros que tan fácilmente mostrabas
la línea donde los ojos fluían, el sinfín del tacto
al copular con la piel, el botón altivo de los senos:
azabache, rugoso, insinuante?

Después las citas con los oscuros libros en las manos,
el tránsito diario por esta ciudad
que nunca acabé de recorrer,
la memoria ejercitándose en los viejos pliegues
de los artículos y la justicia.

Al mediodía la arboleda,
el café como una pausa tácita,
el tráfico y el deseo
que no sabe exhibir su bandera,
la rutina de los diálogos heredados,
los fines de semana cálidos
como una lengua húmeda.

No fui el río que esperabas,
tal vez sean los artificios del éxito
quienes eligen tu patria.

Te pedí hablar con el teléfono en la boca fría,
demasiadas veces tu cuerpo vibró en los azulejos,
tembló en los licores sin sed.

Todas las despedidas huelen a humo,
en cualquier adiós se marchitan
las flores del futuro.

Vuelve a tu casa
que a mí me espera el último autobús rojo
que enfila el corredor de la noche.








miércoles, 12 de julio de 2017

El exilio marino



Hasta aquí una extensión de tiempo y magnitud.
Nace el niño con dos velas en los ojos y unas alas
por crecer. Para nosotros es el círculo del reloj
quien incrusta sus horarios como un gong frenético.
Hay que viajar hacia otras colinas donde casas
indefensas se esconden tras las galerías del puerto,
bajo un olor a alquitrán y un rastro de peces moribundos.
Estaremos bien aquí, me digo, pero solo es una pregunta
que lanzo al mar como si lanzara una piedra pulida.
Juan llora y ese hábito se instala en la noche.
Las paredes de este hogar son inhóspitas
y el agua rocía la caoba con miríadas de adioses.
No me acostumbro a caminar entre calles que pronto
terminan al pie de brezos, pìnaza y una sutil melancolía
de sendas olvidadas. Esta gente no conoce otra cosa
que la bravura de un océano blanco, la aspereza
de los huertos y el fulgor del vino en los labios.
Y yo sé que aunque regrese a la ciudad de mi ayer
llevaré en mi interior un gusto de sal, una locura de arena
y una extraña añoranza que no puedo definir ni quiero.

martes, 11 de julio de 2017

La lluvia y la palabra

Siempre espero a la lluvia.

Entonces te propongo el refugio de los bares
donde saciar la sed de la palabra.

Me gusta dialogar contigo,
tu pensamiento bendice la luz,
tu voz me acaricia sin que tú lo sepas.

Da igual si la distancia entre los dos es proximidad,
en la penumbra o junto al ventanal,
rodeados de cuerpos que son como nosotros
-juventud álgida, misterio y noviembre-
hay un hilo que nos une desde la cintura del mar
a los altos edificios de la historia,
una forma de entender el olvido que seremos,
un crepúsculo todavía henchido de claridad y asombro,
una pasión por los cines baratos,
la decadencia y el sueño de los poetas mudos
que pueblan el silencio de las miradas.

Podemos hablar de cualquier cosa que tú quieras,
lo que digas ya lo escuché antes,
lo que vayas a decir será lazo, flor,
también ceniza que el tiempo va dejando
entre las ropas de un vestido azul o un colgante de plata;
entre tu boca simple y mi corazón rebelde
no existe inmortalidad, solo efluvio,
un aire en tránsito que se aleja.






lunes, 10 de julio de 2017

La vida que vendrá

Abre su boca la vida. El mundo no es pequeño,
el futuro nadie lo ha dibujado todavía. Desde la sed
del tren la tierra germina en paraísos de verdor,
bosques impíos, lagos de cristal. Soy un cuerpo
virgen que se entrega a la luz como un neonato sin patria.
Me dicen que la isla no conoce el frío, ni la prisión del aire,
ni el aliento de la lluvia. Ahora mientras leo este libro y su desdicha,
una figura se recuesta indolente contra el plástico ajado del vagón.
Ese alguien me enseñará la ciudad en un destello antes del volver
al orden y al color. Hacia atrás el viaje no crece, se recorta
el perfil isleño como un signo de piel en una gota inmensa.
¿Aprenderé a caminar con los fardos en mi lomo, lejos del recuerdo,
desnudo de historia? Escribo cartas con letras azules que abandonan
el papel igual que gusanos torpes. Mandan en mí con palabras
que se entrecortan, incoherentes de ser. Veo en una fotografía
mi tez oscura bajo el resplandor de un neón oscilante. Todo
el mar es una lágrima inmensa, sentado en la playa las horas
fingen un retorno sin voz. Enciendo un cigarrillo y me fumo
un pedazo de vida.

domingo, 9 de julio de 2017

La luz de M.

¿Eres tú quien amanece cada día? Como ágil pájaro
del silencio que huyera de la noche o piel que brilla
en el suburbio de las paredes sin voz, así el tránsito
de tu cuerpo por la ciudad en contraluz. No hablarás
y si hablas un coro de mimos ahueca el aire, no consigues
otra armonía que la faz de una espalda vibrante,
tu música es un espejo de ámbar donde el perfil
que dejas en al azogue me sonríe ausente. Cuando
el pasillo se abre los pasos del adiós reverberan
y ya no eres tú la presencia infinita, ahora te has
convertido en pulso que relumbra su vuelo sin las alas
de la rutina ni la vejez de los relojes que solo esperan
tu regreso.

sábado, 8 de julio de 2017

La habitación poseída

Siempre queda un pedazo de mí en la habitación.
La última palabra que dije, mi aliento, la mirada
de las cosas, la luz perdida. Hay un rostro que olvidé
en el espejo, un pasillo que aún recuerda mis pasos,
la llamada de un teléfono que no repite los sonidos
de la noche. Otras voces se superponen a la mía
como escritura en las paredes o eco en los cristales.
No vivo solo, existe un mundo en los cuadros
que es un ayer perdido. Cada vez que cierro
una puerta los ángeles callan, las sombras ríen.

viernes, 7 de julio de 2017

Ciudad marina

¿Cuándo imaginé el mar que me acuna?

Es real su lengua sin ansia,
su calmado visaje de junio,
su bravío ímpetu tras el soplo del invierno.

¿Qué sería de esta ciudad,
cuál el abrigo de una piel esbelta,
dónde la memoria del huso,
la cintura en que la tierra
se deja besar por la ola amante?

Siempre busco los jardines de su vientre,
arbóreos como un tapiz de copas símiles
que se arrullaran contra el viento
o sudaran la sombría gratitud
de un nido indócil.

Gritan los marineros la bienvenida del amanecer,
en la proximidad de la bocana,
reverberados por las primeras luces
que hallan su isla en el cristal pulido.

A la vera de las plazas,
en las agujas de las iglesias,
rotas las fuentes,
mientras dormitan los bares su vastedad de arrobos
un desdén de círculos es mi pensamiento.

Porque la madrugada
como una flecha unívoca solo permite un destino;
no hay vuelta atrás,
mi cuerpo sigue ausente en un frenesí de callejas,
altivos los cruceros,
quejumbrosas las junturas de este firme cargado de siglos
donde resbalan mis suelas carcomidas por el roce perpetuo de los pasos
hasta el muro,
hasta que de nuevo el mar
como un sirena terrible me invite a la espuma,
al arrobo del faro
que no cesa de destellar su auxilio.

jueves, 6 de julio de 2017

Tu presencia

Demasiado fugaz tu cuerpo ido. No quisiera
que los lugares fueran imagen perpetua de algo sin ti.
El recuerdo necesita la prisión de una voz, el alma
de un latido, la testuz de la carne, para revivir
con la fuerza que aniquila la muerte. Por eso
naces cada día de la claridad, te aposentas
en la casa con la virtud del aire, dialogas conmigo
sin un verbo real ni un adjetivo simple, sin la ternura
del amante ni la pasión de las bestias que embisten
a la noche. Toda tú silencio de hojas caídas,
trino débil que susurra en mis oídos la frase dulce
de un rumor que sosiega la inquietud de no tenerte.

miércoles, 5 de julio de 2017

Castilla(paisaje estival)



Es hermosa esta pasividad descarnada. El paisaje
solo admite un color, la mies y la espiga se cimbrean
levemente con el canesú de las novicias, pájaros
que acribillan el azul desde el silencio de sus alas,
a contraluz del tiempo, dibujan signos de complicada
perífrasis que me esfuerzo en comprender. Hay
en la soledad de los campos una magia antigua
-líneas eléctricas sin vida, paredes de adobe desportilladas,
el riego de las arañas metálicas, la escuálida dignidad
de los ganados-de hogueras extinguidas, firmamentos
de luceros, serpientes bajo túmulos perdidos, herramientas
como estatuas olvidadas en medio del perdón. Y un horizonte
que imagina el agua de los espejismos en la claridad perpetua
del verano. Tú y yo somos retina que viaja en este auto inmóvil,
un aire vencido por la canícula que asfixia nuestra mirada
como hierro fúlgido o cruz que arde en la fóvea de los iris.
Estamos llegando, amor, al paraíso de las huríes, al vergel
donde habita la sombra de los exiliados. Aunque tú no lo veas,
y yo solo sueñe un oasis en tu nuca perlada, en tu húmedo labio.

domingo, 2 de julio de 2017

En la Residencia de estudiantes

Jaula de piedra que llora juventud.

Contrasta la indiferencia del mármol
con las voces, la gimnasia y los cuerpos alegres.
Escalas de armonía son los latidos del futuro,
su ansiedad no existe porque cada hora
estatuas y gárgolas rezuman lágrimas de agua bendecida
-falsos techos como cataratas de onírico fluir-.

Apenas hablo misterios,
soy transparencia lábil,
un muñeco sin alas que seduce al azar.

Todo se enfría en su olor mecánico,
las limpiadoras nos regalan flores mágicas de alhelí,
el estudiante vigila sus libros
porque en ellos está el aliento del devenir
y no quiere la duda ni la miseria del padre.

¡Qué insólita la costumbre de los pájaros
cuando suicidan el oro de las ramas
por un gusano exhausto o una miga preñada de sol!

Mi habitación no guarda latitud,
a veces se encoge y es un mínimo gorrión,
otras se abre como vientre fértil
contra las cenizas que aventa
la bruja de este camastro atemporal.

Sueño mapas de tinta invisible,
escribo letras en un pasquín
con los mofletes de Mao brillantes de charol,
muertos como la utopía.

Y salgo hacia las calles desnudo de ayer
igual que un recién nacido que balbucea tu nombre,
tu nombre que no conozco
aunque ya lo espere en tus labios sellados de mercromina y azur.

sábado, 1 de julio de 2017

Ciudad negra

Amplia, sin horizonte, la ciudad.¿Qué busco aquí?,los bolsillos
pesan, la línea que me dividía se ha quebrado en ramajes,
las palabras volaron como briznas de una hoguera húmeda,
solo los ecos de los rumores-comidas bajo la luz artificial
de noviembre, la letanía de de unos labios que nunca hablan-
contra la memoria del silencio que transita mi sangre apócrifa.
La ciudad es un zoco que vende arco iris, escoria y fatalidad.
Yo lo sé, sé que llego a su portal de voces heridas, a su olor
de detritus sin patria, a su indiferencia de madre apóstata
con la ilusión de las hojas imberbes y el corazón virgen
de las crías de pájaro. Por eso mis pies no cesan de caminar
por sus calles de ámbar, balcones cerrados contra la claridad
inservible, gritos que aterrizan sobre baldosas mudas mojadas
por el sueño de los cómicos. Teatro de vida la miseria que tatúa
el corazón de la urbe, su abrazo clama por el humo blanco
de los príncipes. Humo negro el latido de su noche en mi sed.